Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


viernes, 25 de marzo de 2011

MUÑECAS DE PAPEL


Esto se me ocurrió hoy mientras le escribía un mensaje a Emma

Yo tenía una muñeca de papel. Era preciosa. Rubia, con unos enormes ojos azules bajo unas infinitas pestañas doradas. Esbelta. De piernas kilométricas y senos turgentes. Por supuesto, como era de papel, si algún día se arrugaba, bastaba con pasarle la plancha, cuidando de ponerle una toalla encima para que no se quemara.
Además era inteligente y entre sus accesorios había unos encantadores diplomitas donde se detallaba cada una de sus licenciaturas en ciencias, humanidades y taquigrafía. Y que yo colgaba con mimo, ayudada por unas chinchetas, en su también preciosa casita de papel.
Contaba con un variado vestuario firmado por los mejores modistos. Y un novio de papel que se parecía al Ken de la Barbie y conducía un Volkswagen Golf. Pero lo mejor es que tenía unas barriguitas de papel que se le colocaban por medio de unas presillas en las que podían verse dibujados unos fetos pasando por los distintos estadios del embarazo, sin necesidad de ecografía ni nada. Con el tiempo mis padres le compraron unos preciosos hijitos de papel , tan rubios como su madre. A leguas se veía que ya desde niños eran superdotados y seguramente estaban destinados a compartir el nobel o a ser los creadores del facebook.

Pasó el tiempo y un día, a los diecisiete años corrí a casa con el corazón destrozado. Me agarré a las sábanas mientras me preguntaba cómo era posible que mi Ken de carne y hueso se hubiera largado con otra. Me acerqué a la casita de papel y me quedé contemplando durante horas como los esposos dormían abrazados en su cama, también de papel, con sus rosas sábanas de seda.

A trompicones y con mucho esfuerzo llegué a la universidad. Después de dos años gastando gran parte de los ahorros familiares, decidí abandonar y sacarme un ciclo superior. De vez en cuando no podía evitar mirar de soslayo los brillantes diplomas que colgaban de las paredes de la casita de papel. Lo mismo me pareció que hacía mi padre cuando alguna vez entraba en mi cuarto, para avisarme de que la cena estaba lista.

Conseguí un trabajo mal pagado de administrativa. Lo peor de todo era aguantar al imbécil de mi jefe, pero con el tiempo, por alguna extraña razón, pareció que dejaba de incordiarme y muy de vez en cuando me felicitaba por el trabajo bien hecho, terminado a altas horas de la madrugada. Cuando llegaba a casa, exhausta, me parecía que mi muñeca me miraba con esa altivez que caracteriza a las mujeres de éxito.
A pesar de la parquedad de mi sueldo tardé en conseguir que me concediesen una subvención para comprarme un piso de protección autonómica, y cuando por fin pude celebrarlo, me di cuenta de que a partir de ese momento me iba costar dios y ayuda llegar a fin de mes. Tuve que comprar una televisión de segunda mano y excepto la cocina y la habitación, el resto de la casa estaba semivacía. Mientras hacía la mudanza, de vez en cuando echaba un vistazo a la casita de papel equipada-por supuesto-con la última tecnología.

La ropa tenía que comprármela en el mercadillo o en Zara. Y como me pasaba el día sentada en la oficina mis piernas fueron invadidas por la tan temida celulitis. Ya no recordaba lo que era llevar una talla 38. Los domingos en vez de paseos románticos por la playa, me iba con mis amigas al cine o a pasar la tarde en la cafetería hablando de lo torpes que eran los maridos de nuestras amigas casadas y lo mal educados que estaban sus hijos.

Pero de pronto y sin preverlo el timbre de mi reloj biológico atronó mis oídos y me entraron unas ganas apremiantes de ser madre. Esa misma noche fui a casa de mi amigo Jorge y le expliqué concienzudamente las razones por las que creía que él sería el padre biológico perfecto para mi hijo. Nos fuimos a su habitación y nos quitamos la ropa. Por mucho que yo me apliqué con boca pies y manos, nada. Aquello era mucha presión para él y para el pequeño Jorgito…Y él era de los que no rendían bien bajo presión.
Me fui a una clínica de fertilidad y después de inyectarme cantidad de hormonas en el cuerpo y fundirme el resto del dinero de las cuenta de mis padres, el óvulo tuvo el descaro de no enraizar en mi útero. Mejor así – me dije- seguro que aquel niño sería toda una decepción. Fui a casa de mis padres a comunicarles la mala noticia y decidí quedarme a dormir en mi antigua habitación. Mientras con la almohada trataba de aplacar las lágrimas, estuve toda la noche contemplando como mi muñeca de papel, su Ken y sus niños rubios y superdotados disfrutaban de una opípara cena.

Un día llamaron a la puerta de mi piso, y era Jorge que me traía un gracioso gatito, a manchas, que había parido la gata de su novia-¡ah, sí! lo olvidaba, ahora tienes novia…-, y que le había hecho pensar en mí-sí claro, la pobre solterona y futura vieja de los gatos ¿cómo no?....
Al gato le llamé Espartaco. Y aunque arañaba y tenía que ir limpiando todo lo que ensuciaba, me hacía compañía. “Tampoco es tan distinto a un marido”, me dije.

Una mañana, antes de ir al trabajo, me fui a casa de mis padres, entré en mi habitación y cogí a la muñequita de papel, a su Ken, sus hijitos rubios, su golfito, la preciosa casita y los metí en una bolsa. Una vez llegué a la oficina y atendí los asuntos urgentes, la abrí. Y despacio, tomándome mi tiempo, sintiendo un siniestro e intenso placer, los fui pasando uno a uno por el triturador.

23 comentarios:

El hombre de Alabama dijo...

Tendríamos que quemarlas a todas. Incinerarlas caja tras caja.

vera eikon dijo...

La verdad es que algunas dan un poco de repelús...

Errata y errata dijo...

Muy bueno. Muy pero muy bueno. El final sobre todo.

vera eikon dijo...

Fue de un tirón....comenzando por el final. Algo me comentaron de que estabas escribiendo Maia. Impaciente por leerte
Beso

EG dijo...

lo mejor que pudiste hacer!!! con esas imagenes han creado cantidades industriales de mujeres sin vocación ni destino (me recordó a la película La sonrisa de Mona Lisa)...

muy bien escrito...me gustó mucho Vera

(yo no tengo triturador pero mis manos cortan como tijeras)

Carmela dijo...

Perfecta historia Vera,escrita de maravilla. Se lee del tirón succionándote cada línea y el final estupendo.
Un beso artista

vera eikon dijo...

Y pensar que a mí de pequeña me gustaban esas muñequitas sin caer en que las cargaba el diablo!!!En algún momento del camino me debí torcer....La verdad es que fue una historia muy fácil de escribir. Disfruto cuando vienen a mí sin que yo las busque
Besooos

EG dijo...

entonces tendremos que seguir charlando! saben? aprovecho que están casi todas...: ustedes salvaron mi vida, suena a mucho, pero es verdad. Me han fortificado y a la vez me endulzaron, me dieron sensibilidad. Un abrazo!

Laiseca Estévez dijo...

Hacía tiempo qué no disfrutaba tanto leyendo un texto, ¿y pensar qué me gustaban esas muñecas de papel?. Es más alguno de mis ex-ken favoritos todavía creen qué lo sigo siendo. Voy corriendo a casa para llevarlas a todas a la trituradora de papel más cercana... un placer saludarte vera.

vera eikon dijo...

Emma las personas realmente fundamentales en nuestra vida son las que sacan lo que realmente somos. Ellas no inventan nada, sólo de algún modo provocan que nos mostremos. Nos dan la medida...Yo que debo ser la más reciente aquí me he emocionado con tus palabras. Besos querida Emma. Besos también al resto de queridas...

vera eikon dijo...

Laiseca, tu comentario es realmente halagador. Y sí a nosotras nos gustaban los recortables y los cuentos de príncipes azules, sin adivinar segundas intenciones en ellos. Que fácil era aprovecharse de aquella inocencia y adoctrinar con lo que nos era más querido. A pesar de todo seguro que lo disfrutamos...
Me alegra que hayas pasado por aquí. Besos

Errata y errata dijo...

Emma querida, vos nos das tanto !!!

fiorella dijo...

Me gustaba recortar y vestir esas muñecas de papel-cartón. Un disfrute leerte Vera. Un beso

marcela dijo...

Yo también recortaba con mimo y las vestía. Me ha parecido un relato fabuloso, me recordaba a los cuentos de Dorothy Parker, me sentía cerca. Qué gusto encontraros aquí a todas. Como dice Emma a mi los blogs también me salvaron. Me sacaron de una depresión y me hicieron más alta, más lista, menos boba, más auténtica, más deshinibida, en fin, me había perdido, y me encontré con la mujere de mi vida que soy yo.
Os quiero a todas.

vera eikon dijo...

Fiorella, me alegra que te hayas pasado por aquí. Creo que a la mayoría nos gustaban esas muñequitas que disfrutábamos con ojos inocentes. Ahora mis ojos ya no son tan inocentes y...
Besos

Marcela, que bien que te haya gustado, pues es del tipo de cosas que una lanza a volar sin saber muy bien que son...
Cuando comenzé a frecuentaros no estaba pasando por ningún momento trascendental en mi vida(si es que alguno no lo es). Creo que lo trascendental vino después, cuando me topé con el blog de Emma (ahora no podría precisar cómo)y me fui tropezando con cada una de vosotras. Supongo que cuando nos perdemos después nos encontramos con mayor fuerza, pues todas me pareceis valientes y estupendas. Me encanta encontraros aquí y en los otros blogs
Beso fuerte

Jesús Galbraith dijo...

no lo he entendido...a ver, ken era tu novio?

vera eikon dijo...

Je,je. No Trapecista...Ken era el novio de todas!!! Aunque realmente quienes soñaban con él eran nuestras madres!!! He de añadir que a medida que fui creciendo a mi me iban más los malotes...Ahora me van los hombres que me hacen reir
Beso

Anónimo dijo...

Qué final más dulce para un relato tan trágico.

vera eikon dijo...

Tpt, nunca es tarde para los finales dulces. Gracias por pasarte y comentar
Abrazo

Darío dijo...

Son mundos que se derrumban como castillos hechos con cartas?

vera eikon dijo...

Pienso que el mundo para el que nos predisponen en la infancia es en parte como un gran castillo de naipes. La vida siempre resulta otra cosa...

Darío dijo...

La vida está en otra parte...

vera eikon dijo...

Sí, pero a veces perdemos el tiempo buscando en los lugares equivocados...tal y como nos enseñaron