Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


martes, 7 de junio de 2011

EL PARAÍSO ESTÁ EN NOSOTROS

Cuando enlazados, caminamos lentamente por las calles, observamos extasiados como a nuestro alrededor van cayendo pequeños trozos de cielo. Algunos llevan un querubín prendido, que pronto comienza -agitando deliciosamente las alas- a revolotear a nuestro alrededor. Allá a donde vamos nos acompaña la fragrante brisa que brota de sus plumas.
Pero el resto de los mortales se vuelve a mirarnos- inquietos-como si temieran que aquel aire alegre se les metiera en el corazón, y ya no pudieran expulsarlo…

Los serafines al ver esto se arrojan peligrosamente desde las nubes, e intentan captar nuestra atención deleitándonos con el arpa. Su sonido es inflamable, y nos llena los ojos de centelleantes fuegos de artificio. Vemos como sus dedos se deslizan por las cuerdas en ese delicado gesto con el que la mariposa horada la crisálida... La música es como el espectro del sol lacerando el cristal, desternillándose en infinitas cábalas, incandescentes. Tú atrapas una de sus notas entre tu mano. Al abrirla, tan sólo queda de ella una voluta de humo, y una quemadura sobre tu palma, justo encima de la línea de la vida. Te miro asustada, pero enseguida sonríes y dices “así es la huella de tus besos sobre mi piel. Indeleble sobre la línea de la vida…”.
Al llegar a cualquier lugar, el murmullo de las conversaciones cesa, y todos se llevan las manos al pecho, como sujetando el corazón en su cuenca. No vaya a ser que se ponga a bailar, y sean incapaces de devolverlo a sus límites de nuevo...

En ocasiones descubrimos como alguno de esos pedacitos de cielo contiene un ángel caído. A nosotros eso nos pone tristes porque se pasa mucho tiempo llorando, echando terriblemente de menos sus alas perdidas... Por lo que le hacemos carantoñas, para distraerlo. Siempre olvidamos que los ángeles caídos son muy traviesos. Que les gusta revolvernos el pelo y arrancarnos las ropas. En ese caso nosotros lo único que podemos hacer es repasar nuestras desnudeces y memorizar las líneas de nuestro pecado. Entonces correteamos por las calles con el descaro de nuestros sexos al descubierto.
Y la gente que nos mira-inevitablemente-comprueba la hermeticidad de sus cinturones, la disciplina de los botones, y el rigor de las cremalleras. No vaya a ser que a ellos también se les de por quitarse las ropas... Nosotros podemos pararnos y leer en sus frentes agraviadas un fuerte deseo de darnos una azotaina, y vestirnos de nuevo, como si fuéramos niños. Entre dientes Adán y Eva nos llaman...
Sin embargo preferimos seguir correteando desnudos, pues si como Sartre dijo “el infierno son los otros”, sabemos que, para compensar, “el paraíso está en nosotros”.

13 comentarios:

EG dijo...

qué precioso y delicado texto! cómo hacés para sentir tan profundamente todo el relato que escribís? desmenuzás cada idea con una gran sensibilidad. Y nada empalaga, está en su justa medida. La idea, la forma, el contenido.

La parte en que él se quema la línea de la vida y al ver tu cara de susto dice lo que dice...!!! PRECIOSO!!!

Darío dijo...

Mágicamente diste vuelta la terrible frase de Sartre. Hay mucho de magia ahí en tus manos, sin duda.
A nadie en estos tiempos amargos se le ocurriría hablar de paraísos. A nadie, claro, porque todos van con sus cinturones y sus armaduras y sus cordones, todos muy agobiados.
No sé tampoco quien andaría en pelotas por la calle, si no estuviese seguro de que está en el paraíso.
Definitivamente hay algo de magia en esa mano, para que uno, tan descreído, se ponga a imaginar paraísos particulares.
Abrazo que te abrace.

El hombre de Alabama dijo...

Y a mí me gustaba la frase de Sartre, que tenía su aquel, pero es muy bonito esto.

vera eikon dijo...

Pues la verdad Emma, es que dudé si el texto podría rallar un poco en la cursilería, pero tampoco me resulta un impedimento a la hora de escribir. Porque me gusta darle rienda suelta la historia. A veces yo misma tengo dudas acerca de si seré la verdadera autora de la historia. Me da la sensación que alguien, otra persona, las sembró y yo simplemente las recojo cuando veo que están maduras. Me alegra que te guste. Beso paradisiaco..

vera eikon dijo...

Pues Darío, yo creo que precisamente en estos tiempos es cuando más falta nos hacen los paraísos, aunque sea para utilizarlos simplemente como oasis, y regresar después a la descarnada realidad. Y no sé si mis manos son mágicas, pero a mí me alegra que imagines...
Por cierto, un abracito muy acogedor el suyo!!!

vera eikon dijo...

Pues ciertamente Alabama, hubo una época en mi vida en que todo lo que decía Sartre, era para mí dogma de fe. Y ciertamente me resultó más fácil dejar de creer en dios que en Sartre....Pero ocurre, como con todas las religiones, que una acaba adaptando los dogmas a su propia causa...
Beso

silvia zappia dijo...

magaaaaaaa!!!!!
pedacito de cielo!

besos*

vera eikon dijo...

je....me sacás los colores Rayuelita...
Bico

Mixha Zizek dijo...

Me encantó tu entrada, eres tierna y fuerte a la vez en ella. Me hablas con ternura y cierras con Sartre, me gusta lo dulce que te leo, besos

Mixha Zizek dijo...

te vulevo a poner en mi blogroll y te sigo...que noté que había desaparecido en tu lista de seguidores. :S ais blogger

Erev dijo...

¡Qué delicadeza, Vera!
¡Y cuánto ritmo!
Un placer tus escritos.
Como siempre.

vera eikon dijo...

Ya sabes Mixha, a veces blogger....Por otro lado me gusta lo dulce que hay en mí, y las cosas (y las personas) que lo generan. También me gusta lo oscuro, lo travieso, lo provocador. Depende del momento. Pero es que en realidad pienso que la mayoría de las mujeres llevamos dentro a tantas mujeres que es satisfactorio dejarlas ir saliendo a todas.
Bico

vera eikon dijo...

Gracias Erev. Es un placer que los leas...
Beso