Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


domingo, 19 de junio de 2011

LA JOVEN ATRAPA SUEÑOS

Imagen extraída de la web

Hacía años que no tenía un buen sueño. En ocasiones incluso dudaba de que hubiera tenido un buen sueño alguna vez. Ahora sólo le invadían imágenes de pesadilla. Largos pasillos alumbrados con una luz artificial y mortecina, en los que permanecía atrapado, una noche tras otra, buscando desesperadamente una salida. Aunque en el poso del sueño sabía que la salida no existía. Y nunca habría de existir, porque algo le decía que él se había marginado voluntariamente en aquel laberinto de corredores, con la intención de escapar al mundo, a los sueños de una vida jamás soñada. Y así se había visto atrapado en la paradoja-limbo de soñar que se busca algo, cuando en realidad se huye de aquello que supuestamente se busca.
Nunca habría salida porque, sencillamente, el soñador no quería soñarla.

Aquellos pasillos estaban habitados por siniestros moradores. Jinetes sin cabeza, serpientes de fuegos fatuos, aves que portaban en el pico sus alas arrancadas, corceles exhaustos que jamás podrían dejar de cabalgar… Pero lo que realmente le inspiraba pavor era la serie infinita de habitaciones contiguas a los corredores, y que parecían deslizarse a ambos lados, en un movimiento vertiginoso, con la misma inercia de la bola en la ruleta -o más bien a él le parecía el tambor de un revolver, al que se hace girar, consciente de la existencia de una única bala, destinada a alojarse en su cerebro-. Finalmente el movimiento cesaba y una de aquellas puertas abiertas se detenía ante él. Encima del marco se podía leer con letras iluminadas la palabra EXIT, en color de sangre. Entonces él, consciente de su verdadero lugar en lo onírico, se veía impelido a traspasar el umbral. Generalmente aquellas eran habitaciones de paredes grises, en las que apenas había espacio, porque estaban casi totalmente ocupadas por unas estanterías en las que se veían infinidad de carpetas marrones -como aquellas que utilizaban en su trabajo-. Aunque él sabía que no debía hacerlo, finalmente acababa por tomar una de aquellas carpetas y leer el expediente guardado en ella. Los expedientes estaban todos numerados, pero había llegado a la extraña conclusión de que sólo escogía de entre todos, los expedientes cuya numeración correspondía a un número primo. Aquellos expedientes constituían por si mismos los mayores horrores de sus sueños. Pesadillas dentro de su propia pesadilla. En ellos podía verse las imágenes de niños desollados, falanges diseccionadas que contenían en su propia carne corrupta el alarido de dolor que su antiguo huésped había emitido en el momento de haberle sido arrancadas, antiguos y sofisticados instrumentos de tortura desde los cuales los espíritus de aquellos que habían perecido en sus garras le narraban detalladamente las circunstancias de su tormento… Pero los peores de todo eran aquellos sueños en los que su cuerpo mismo se constituía en aquellas estanterías, porque en estos casos se convertía en ser omnisciente en lo que respeta a los contenidos de aquellos funestos expedientes.

Así que finalmente había dejado de dormir. Por las noches leía libros, veía viejas películas europeas, iba apilando montones de pequeñas libretas en las que garabateaba los versos de un poema épico que llevaba años escribiendo y que recomenzaba una y otra vez -esta circunstancia había hecho que sus íntimos se refirieran a él con el dulce y evocador nombre de Penélope. Pero a pesar de sus esfuerzos por mantenerse distraído podía ver como el sueño le acechaba. Y a veces el amanecer lo encontraba acorralado, sobre la cama, con una mano crispada en lo alto como tratando de evitar la irrupción del sueño. Que definitivamente siempre vencía.

En el trabajo se sentía cansado y distraído. El agotamiento le había dibujado dos enormes ojeras alrededor de los ojos. En ocasiones estaba irritado, aunque su temperamento era por naturaleza dulce. Y a pesar de que siempre había sido un ser apasionado, la falta de descanso había terminado por desdibujar los contornos de aquellas cosas que en su día habían fomentado su pasión. Siempre le habían gustado mucho las mujeres. Sobre todo lo que le gustaba era la seducción. Pero ahora ya no recordaba la última vez que había sufrido uno de aquellos enamoramientos, en otra época tan frecuentes. Era como si las circunstancias de sus noches fueran invadiendo sus días. Y finalmente no había días, ni pasión, ni vida…

No podía precisar cuando había sido la primera vez que le habían hablado de ella. Quizás fue alguien de la oficina. Seguramente López que dándole una palmadita en la espalda el habría dicho “tienes mala cara. Debes hacer lo posible por dormir. Ponerte en manos de una profesional. Una de esas jóvenes “atrapa sueños””. La verdad es que a él todo aquello le sonó a brujería, o vudú. Y además del abusivo importe del que le informaron en la agencia, no le apetecía tener a una extraña viviendo en su casa. Llevaba muchos años habituado a aquella soledad, a la armonía establecida a través de un desorden minuciosamente elaborado por los días y las cosas. No quería que nadie rompiera aquella armonía, pero estaba desesperado. Así que llamó, y un día la “chica atrapa sueños” llamó a su puerta. Era una joven alta, flaca, con mirada escrutadora y un color de ojos inquietante. Permanecieron en silencio, mientras ella parecía examinarlo todo. Los muebles, los armarios, las fotos, la vajilla…Cuando él la condujo al lugar destinado como habitación, ella le contestó que no era necesario, que debían dormir en la misma cama. Estuvo a punto de echarse atrás, de decirle que lo sentía, pero que ya no requería sus servicios. Sin embargo se quedó atrapado por la luz cambiante de su mirada. Por la movible superficie de su pupila que le recordaba a la turbación del agua cuando se ve invadida por una brisa; o alguien le arroja una piedra, y entonces estalla en múltiples círculos concéntricos. Ella adivinó, y el esquivó cobardemente su mirada.

-No se preocupe, a todos les ocurre lo mismo. A mis ojos asoman los sueños de los otros, aquellos que alguna vez hube atrapado. Una amalgama de imágenes oníricas da esta extraña apariencia a mis pupilas. Pero eso no debe producirle desconfianza, ni desasosiego-dijo ella-. Es lo peor que puede ocurrir en casos como el suyo.

Le explicó que su labor consistía en hacerse con el sueño negativo y dejar que los sueños positivos afloraran con naturalidad. Las pesadillas actuaban como un tapón que conseguía que las imágenes hermosas que viven en el subconsciente permanezcan atrapadas, aisladas. Seguramente habrían aparecido subrepticiamente, y poco a poco se habían posesionado en todos sus flancos. Y ahora ejercían de tiranas en sus sueños, y finalmente en su vida.

La joven era agradable. Pidieron unas pizzas y cenaron juntos, charlando en el sofá. Ella le informó de que las imágenes del sueño eran privadas, y jamás podrían ser reveladas a los otros. En el contrato existían terminantes clausulas de confidencialidad, al respecto. Si lo hacía perdería su don. Recordaba tenerlo desde niña. Como cada noche le había sido más y más difícil conciliar el sueño, y aquellas imágenes que la cercaban en la oscuridad. Al principio se había sentido aterrorizada ante las formas espantosas. Pero también era capaz de ver otras hermosísimas, que le producían éxtasis y arrobamientos. En especial le habían desazonado las imágenes eróticas de algunos sueños. Normal en una mente infantil como la suya. Tardó un tiempo en hablar con sus padres. Pero la madre, viendo el estado febril y casi sonámbulo en el que permanecía durante el día acabó por adivinar lo qué le pasaba. Había una tía suya que tenía el mismo don. Parece ser que no hay mucho que hacer en esos casos. Cuando una joven manifiesta los síntomas ha de viajar hacia el lugar donde le ayudan a dominarlo, y le enseñan a hacer ovillos con las imágenes de pesadilla de algunos sueños, y así permitir que las imágenes positivas pasen al soñante. Ella no era otra cosa que un filtro, o un tamiz. No eran muchas las que poseían este don, pero se tenían datos que parecían confirmar que no era algo exclusivo de la era moderna-aunque sí, con el advenimiento de la industrialización se sabía que las pesadillas habían aumentado, tornándose cada vez más sofisticadas, posesionándose de la vida inconsciente de las personas. Que inevitablemente redundaba en la propia consciencia-. Así que a medida que las pesadillas iban arraigando en la sociedad, habían comenzado a descubrirse un mayor número de "jóvenes atrapa sueños". En otras épocas muchas portadoras del don-aunque ignorantes de sus atributos y finalidades- se habían trastornado,enloquecido, recalando en hospitales psiquiátricos. O incluso algunas habían terminado siendo pasto de las llamas en la época oscura de la Caza de Brujas.

Llegó el momento de irse para cama. Ella vistió un pijama de color blanco. Le pidió que se acostara, y se sentó a su lado, en el lecho. Comenzó a hacerle preguntas con una entonación casi neutra, en la que sobresalía una cadencia amable, como de canción de cuna. Le inquirió acerca de su infancia, si había sido feliz... Sí, él recordaba haber tenido una infancia muy feliz, llena de mar y bosque.

Cuando despertó ya el sol asomaba por la ventana. La chica estaba a su lado y le miraba con una expresión dulce.

-¿Y bien?-dijo sonriente-. ¿Has dormido bien?

-Sí-contestó medio aturdido. Intentando recordar-,….. las imágenes regresan confusas. He soñado con mi infancia. Cuando cogíamos el remolque de mi abuela... Junto con mis primos nos turnábamos a ver quién tiraba, mientras los otros montábamos en él. Cuando veíamos a lo lejos un desconchado en el asfalto, nos poníamos a gritar “¡Que vienen las peripecias, las peripecias!!!”. Y sí, en el sueño había multitud de peripecias, y era el vértigo previo, y la sensación de libertad plena. Otra vez. Me sentía tan feliz….Hacía tiempo que no recordaba mi infancia. Demasiado tiempo. Ahora me doy cuenta.

Ella le congratuló porque ese era un resultado óptimo, pero aun debería permanecer unas semanas en la casa, con el fin de controlar las pesadillas y que estas no irrumpieran de nuevo del modo en el que lo habían hecho en el pasado. Lo cual no quería decir que no fuese a tener pesadillas nunca más. A los sueños había que dejarles libertad y sólo en casos extremos como el suyo, cuando el malestar onírico acaba invadiendo la vida, era conveniente mantenerlas a raya.

Así se sucedieron los días, las semanas, los meses….Las pesadillas no volvieron, y él se sentía más fuerte y más vivo. La convivencia con la chica, era muy agradable. Le gustaba charlar con ella, cenar juntos de manera informal, en el sofá. Le reconfortaba sentir la presencia de su cuerpo, y aquel peso tibio cada noche, sobre la cama. A veces a su boca asomaba la tentación de preguntarle hasta cuándo sería necesario que se quedara. Pero tenía miedo hacerla reparar en el hecho de que él ya estaba “curado”, y que decidiera marcharse. Y ahora sabía que ya no tenía miedo a dormirse. Seguramente nunca más lo tendría. Sólo tenía miedo al día en que ella se fuera.

Pero ocurrió que en medio de la noche despertó, con la sensación de que algo estaba fuera de lugar. Sintió un cuerpo inmóvil, sólo alterado por el ritmo de la respiración, yaciendo entre sus brazos. Y en la penumbra,sólo mitigada por el resplandor de la calle filtrándose entre las rendijas de la persiana, pudo ver que la “joven atrapa sueños” milagrosamente dormía, y que algún momento de la noche, su inconsciente había decidido abrazarla. Aunque le desconcertaba el hecho de que estuviera durmiendo, todo le parecía relativo ante la presencia de aquel rostro relajado, con los párpados cerrados, como un par de alas que descansan tras la fatiga de innumerables vuelos. Tenía los labios ligeramente entreabiertos, por los que escapaba el aliento. Acercó su rostro que se dejó invadir por aquella sustancia caliente e ingrávida, sumamente deliciosa. Posó sobre ella sus labios. Sintió como si realmente se desprendiera de ellos en aquella experiencia íntima y lacerante de besarla. Los párpados de ella se abrieron. Él se percató, por primera vez, de que sus ojos ya no relucían con aquel extraño brillo. Sus pupilas ya no parecían los recipientes de las imágenes del espanto de los otros. Y sin más continuó besándola, atrayendo hacia si aquel cuerpo delicado y a la vez rotundo, que se insinuaba bajo las sábanas.

La primera noche que la joven atrapa sueños se dio cuenta de que se había dormido, se asustó. Después, cuando él despertó, comprobó aliviada que las pesadillas no habían vuelto. Pero al momento se percató de que finalmente se había curado, y que debía irse de la casa. Aquel pensamiento la hirió, anduvo unos días taciturna e incapaz de decirle nada al respecto. Cada noche volvía a dormir, y es más, cuando antes del sueño, él se dormía, las imágenes de sus sueños no acudían, para que ella las filtrara. Fue consciente de que había perdido el don. Al principio eso la desconcertó, desconocía qué es lo que debía hacer con su vida. Pero mientras en esto pensaba, le sobrevino el sueño. Afortunadamente se despertó antes que él. Se levantó y fue al baño, a mirarse en el espejo. Como había temido sus pupilas estaban vacías. Las pesadillas de los otros ya no eran sus moradoras. Pero sin embargo en su cabeza sintió la presencia de nuevas imágenes. Y supo que por primera vez en mucho tiempo aquellas imágenes se correspondían a las de sus propios sueños. Porque ahora ella tenía sus propios sueños. Y por eso durante días se había callado. Porque sus propios sueños tenían lugar en aquel lecho, y en aquel que cada noche dormía a su lado, y que ahora la despertaba con el dulce fragor de sus labios en los suyos, y que con aquellas manos la arrancaba del sueño y de las sábanas.

9 comentarios:

El hombre de Alabama dijo...

Con el mimo que te caracteriza, estupendo.

Malena dijo...

Es que estaremos destinados a soñar hasta que la realidad sea mejor que los sueños??

Precioso, Vera. Lo devoré.

Errata y errata dijo...

A mí me da como que al final la chica en realidad recuperó el don...
Me gustó especialmente "Y así se había visto atrapado en la paradoja-limbo de soñar que se busca algo, cuando en realidad se huye de aquello que supuestamente se busca."

vera eikon dijo...

Gracias Hombre de Alabama. Eso del mimo me gusta...Abrazo

Habrá que atraer los sueños a la realidad Malena. O conseguir que la realidad se parezca a lo soñado. De todos modos creo que aunque la realidad estuviera hecha de la misma materia de los sueños, seguiríamos soñando. Besos

Yo creo que sí Maia, que ella recuperó el don...Aunque esta vez las imágenes positivas del sueño quizás los abarquen a los dos. Existe algo sugestivo en las paradojas ¿no?. A veces parece que vamos al alcance de algo y en realidad lo que hacemos es alejarnos. Esas son las cosas que nos hacen humanos...Besos

Mixha Zizek dijo...

Me gusta mucho tu relato, el retorno de la circunstancia en la historia, en una aprente sencilla historia hay una excelente complejidad. Ese devenir del sueño que la lleva a existir en eterna vigilia, excelente,
un abrazo

Darío dijo...

De anoche sólo recuerdo un reluciente pene en mi sueño. No sé por qué soé esa porquería. De los dían anteriores no recuerdo nada. Así que probablemente convoque a la joven...

vera eikon dijo...

Qué cochino, Darío!!! Sí, creo que es buena idea que convoques a la joven. Veo que te hace mucha falta...

Darío dijo...

Soñé eso, digo...

vera eikon dijo...

Era bromita, no más...