Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


martes, 20 de septiembre de 2011

EL ÁNGEL QUE NACIÓ CAÍDO

Imagen: Lilya Cornelli







La niña tenía un pájaro viviendo entre las paredes de su pecho. A veces, cuando la luna se extraviaba en su camino de regreso a la noche, o cuando la brizna de hierba le arrancaba su cuerpo mutilado a la tierra, el pájaro se ponía a revolotear en círculos, llenándole de cosquillas los pulmones. Pero un día, el pájaro extendió sus enormes alas negras, hasta que sobresalieron por sus costados. De tal manera que la niña adquirió el aspecto de un ángel caído, con sus infantiles rodillas magulladas. Entonces supo de la incomprensión y el miedo, no a la caída, sino al momento en el que uno ha de levantarse. Porque así era como su corazón interpretaba el lenguaje involuntario de aquellas alas negras, que no parecían querer aquietarse.

Ocurrió que vinieron unos niños y la ataron a un árbol. Quizás porque temían que, como Ícaro en su vuelo,  llegara tan alto que el sol incendiara sus alas. Y las cenizas sólo vuelan mientras las sostiene el viento, luego se caen, y se posan sobre las cosas. Y ellos no querían que la niña-ángel lloviese sobre el mundo. Porque podía ocurrir que, entre todas las flores, una amaneciese con sus pétalos negros, y a las demás se les diera por imitarla. Y aquello contravenía la obra de dios. Hubiesen preferido cortárselas, pero hablaron de una maldición para aquel que tocara sus plumas. No tuvieron compasión de sus lágrimas, pues eran incapaces de admirar el meandro de sal sobre sus mejillas. Y la niña gritó hasta que se halló sola. Llamó por su padre y por su madre. Clamó por aquel dios que nunca acudiría porque desconocía su nombre. Ella se habría excusado diciendo que uno no ha de conocer para amar. Que amar es un mero movimiento del corazón. Empieza y acaba, pero ella no sabía por qué. Lo mismo que el pájaro de su pecho daba círculos, porque no sabía hacer otra cosa, y así era feliz. Y una vez había escuchado a un hombre que decía “dios es amor”. Y ella ¿acaso ella no era amor? Y a cambio había recibido aquellas alas negras, que ¿por qué no decirlo? también amaba. 

Cuando llegó la noche la niña se puso a cantar. La luna la acompañaba porque igualmente desconocía el nombre de dios, y tuvo compasión de ella. Pero en el cielo las estrellas le parecían espectros. Y la niña comenzó a temblar. Porque no había ni paredes, ni techo que la protegiesen de la mirada escrutadora de las estrellas. Y sentía que ante aquellos ojos en su pecho se abriría una flor de pecado. Porque sus alas negras le susurraban que el miedo siempre engendra mal. Que el miedo construye cárceles, y cadalsos. El miedo inventa  ofensas que acaban en guerras, y en campos sembrados de cadáveres. Y  el miedo ata a las niñas con alas a los troncos de los árboles. Sólo porque los demás niños no saben volar. 

En la oscuridad, pronto distinguió dos puntos brillantes, fijos en ella. A punto estuvo de desmayarse, sino fuera porque el empuje de sus dos alas negras la sostenía. La silueta de un lobo negro se recortó de la sombra. Con sigilo se acercó a la niña. El lobo debió pensar que, ante aquella extrema palidez, la noche no era más que un marco, una excusa. Comenzó a olfatearla. Su suave lengua restañó la sangre de sus rodillas. La niña respiró aliviada porque imaginó que pronto iba a morir, y deseó que la muerte la arrancara por fin de aquel cautiverio-porque desde que tenía alas lo único que deseaba era volar y volar- y dejaría de sentir aquel dolor atroz de la cuerda-demasiado tensa-rasgando sus muñecas. Pero el lobo lo único que hizo fue observar detenidamente aquellas alas inquietas y enormes, agitándose en la espalda de la niña, y recostarse con el cuerpo en torno a ella, amurallando la noche, y el acecho de las estrellas. Por lo que la niña que era confiada, y estaba llena de amor, pronto sintió-porque la niña nada sabía. Ella se limitaba a sentir…-que ya no habría nada que temer. Y se quedó dormida, en la seguridad de aquel lobo en guardia.

La niña se despertó al amanecer. Aquellas alas tan inquietas le habían otorgado un sueño ligero. Y lo que vio le pareció un milagro, porque a medida que la luz se iba apropiando del mundo, los rasgos de un niño desposeían a aquel ser tendido ante  sus ojos, del pelaje y las facciones de lobo.  Cuando abrió los ojos, aquel niño que tenía la piel tan oscura como corresponde a todo un señor de la noche, se apresuró a liberar a la niña de sus sogas. En cuanto se sintieron libres, las alas se desplegaron y elevaron a la niña del suelo. Pero ésta las reprendió, y se arrojó en los brazos del niño-lobo. Era tal su palidez que pareció que había sido la nieve quien le había abrazado. Y a partir de ese instante la niña-ángel recorrió el mundo durante el día en compañía del niño, y durante la noche en compañía del lobo. Y aunque amaba volar, y de vez en cuando no podía evitar danzar sobre las copas de los árboles, también le gustaba caminar en compañía de su amigo. Y jamás pensó en ganarse un lugar en el cielo. Ni maldijo haber nacido ángel caído.

18 comentarios:

Darío dijo...

No sé que decir. Me quedo pensando que en realidad, todos los niños saben volar y hay, ciertas normas, leyes, que nos van recortando las alas que todos traemos al caer.
Ma que se yo, hay cosas demasiado estrambólicas.

Aka dijo...

Nada invita a pensar que la vida sea mejor allá en los cielos, la calidad de la vida la proporciona la compañía. Como dice Joven todos los niños saben volar, moverse entre mundos sin problemas, y poco a poco van cayendo hasta quedar atrapados en uno de los mundos... luego aprender a desarrollarse en éste.
Una vez más los lobos acuden al rescate!! Preciosa criatura, oscura y misteriosa, peligrosa, fiel y digna al mismo tiempo.

besos

vera eikon dijo...

¿Tú crees que las risas vuelan? Porque acabo de leerte y una risa se me ha escapado volando. Tenía forma de mariposa.(Era tan vibrante que le voy a escribir un soneto con estrambote, que le dedicaré a usted)..Y sí, quizás todos los niños vuelen, y la vida nos recorte las alas. Pero en este cuento no existe diferencia entre niños y adultos. Sólo que me sonaba más bonito si hablaba de niños...

vera eikon dijo...

Ahora siempre que pienso en lobos o zorros, no puedo evitar acordarme de ti, Aka. Y ya sabes que comparto esa concepción de ellos que tú tienes(por cierto que ahora recuerdo que aquí tengo un cuento por entregas que se titula "Tango" que habla de unos personajes a los que se llama "las lobas"). Es curioso, porque a los dos nos encantan además los gatos...Pero bueno, este cuento lo escribí con la intención de escribir bonito, no más. Y comencé en primera persona, porque el pájaro que revolotea en el pecho de la niña es la imaginación, y en realidad habla de mí misma, de como a veces siento esas alas saliéndome por los costados y me cuesta horrores seguir anclada a la tierra. Por eso sí, probablemente como decís, todos los niños pueden volar. Besos

çç dijo...

Esa niña reflejada en una cuchara parecería el manjar perfecto de un lobo, pero tus giros hacen tarde la realidad y alargan la imaginación. Qitando como quitas murallas, derribando hechizos y caminos de razón para atajar en esa memoria de cielos descubiertos, que a veces dan miedo.

vera eikon dijo...

Es que aquí soy yo la que maneja los piolines, querido. Lo cual quiere decir que todo es posible. Pero que sepas que cuando lo escribí recordé el universo de Palindos, y cuando a Margot le crecían alas. La verdad es que en algún momento pensé que este era el primer encuentro entre nuestra Maragota y Leo, aunque nunca imaginé que él fuera un lobo. Y también recuerdo cuando yo pensaba en la muerte de Margot, y de por medio andaba La Corrupción del ángel de Mishima. Que triste cuando a Margot se le caían las plumas y sus alas parecían las ramas de un árbol en otoño, tan desvalidas...

Crista de Arco dijo...

Yo todavía vuelo. El día que deje de hacerlo se irá con ello mi vida *

Un beso o 2 #

vera eikon dijo...

Sigue volando Eleanor. Seguro que tienes unas alas negras(negras-azuladas) que se despliegan preciosas al sol. Besos!!!

Axis dijo...

Cómo me gustaría leerle este cuento a una niña, o a un niño,
dá igual. A ese pequeño o a ese adulto deseoso. Contárselo suavemente, sentada en el borde de la cama, y luego darle un tierno beso en la frente, sonreírle y apagar la luz.

Bicos Vera!!!

vera eikon dijo...

Me encantaría que se lo leyeras, Axis. Es hermoso pensarlo..Biquiños, Axis

çç dijo...

Me encanta cómo dices, querido. En mi mente no tengo constancia de "Palindos" sabes que demoro su reencuentro y lamento.

anamaría hurtado dijo...

exquisito relato que nos muestra las alas de Vera, la angelita caída que optó por el otoño y los atardeceres

biquiños volados

EG dijo...

Hermoso Vera!!! y el comentario de Aka...!

Un abrazo

vera eikon dijo...

No sé querido, todavía a veces pienso en Margot, y en el pequeño Orson. En la casa de la santísima trinidad, y en que Margot tenía las manos de dios, y en el olor de sus plumas.... Hubiese querido escribir la muerte de Margot, y comprobar finalmente quién era Tono, y quién era Leo. Si realmente el uno al lado del otro no eran otra cosa que un palíndromo...Bic

vera eikon dijo...

Son dos opciones maravillosas, Ana. Por cierto que ahora que te encuentro, decirte que amé el verso que escribiste en el blog de Stalker. "Cae la eternidad abierta en pájaros". Es el tipo de versos que yo sueño escribir...Y tu dices que no escribes!!! Bico voador na túa meixela

vera eikon dijo...

Me alegra que te guste, Emma. Y bueno, qué decir de Aka...Abrazos

anamaría hurtado dijo...

Moitas grazas, Vera ! qué amable eres, me encanta que te gustase el verso, esas resonancias contigo son frecuentes y muy lindas , ya te lo comentaba en la entrada anterior. Se me sonrojaron las meixelas, otra palabra hermosa que sabe a fruta olorosa

bicos moitos

vera eikon dijo...

Es que realmente me apabulló ese verso....Bicos a moreas