Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


jueves, 22 de diciembre de 2011

EL PÁJARO DEL CORAZÓN





Un día ella sintió cómo se abrían de par en par las contras de su pecho. Penetró una ráfaga de luz hasta su corazón y el pájaro que allí anidaba se proyectó en catapulta hacia el cielo. La miró por última vez con sus dos ojillos palpitantes. Dibujó en su vuelo una flor de despedida, y se alejó deslizándose en una brisa. A ella todo aquello le sorprendió mucho, pues como la mayoría de la gente desconocía que hay un pájaro enjaulado habitando el corazón humano.

A los pocos días, percibió la dulzura de un trinar elevándose desde su pecho. Esto la sorprendió más todavía, porque el pájaro nunca había cantado antes, y era curioso que por fin lo escuchara cuando ya no estaba. A veces, durante el invierno, sentía su corazón abrasarse, como si alguien hubiese prendido en él una hoguera. Su corazón sudaba, y temía que si aquello continuaba acabara por derretirse. Y en ocasiones, durante el verano, se estremecía de frío. En aquellas ocasiones ella se compadecía de aquel corazón a la intemperie. Incluso la lluvia caía sobre él en los días despejados, rebosándolo y ahogando todos los bichitos de su cuerpo. Amanecía en su corazón cuando caía la noche. Y lo sentía dormitar al rayar el alba. Era como si su corazón la anclara a otra realidad. Se le ocurrió que quizás la anclara a la realidad de un sueño.

En un comienzo vivir así le resultaba extraño. Pero con el tiempo empezó a felicitarse de las alegrías inmotivadas, los brincos imprevisibles de su pecho. Otras veces se sentía invadida por la melancolía, o una tristeza dulce, que curiosamente le hacía percibir menos árida la propia soledad. 

Al cabo de un año, le pareció que en su corazón giraba una flecha, que muchas veces pendulaba, y otras apuntaba en una dirección insistentemente. Hasta que al fin decidió preparar una maleta con las pocas cosas que le resultaban imprescindibles, y se fue en busca de aquel lugar al que señalaba la brújula del corazón. Viajó, y viajó, observando las ruta de las aves migratorias-pues le pareció que lo más lógico para encontrar la avecilla de su corazón era dirigirse por los senderos invisibles del aire, que sólo los pájaros conocen-. Y se embarcó en un buque que la llevó a los confines del mundo.

Una tarde de invierno, en la que a pesar del frío le resultaba delicioso estar al sol bajo el cielo límpido, se sentó a leer en uno de los bancos de un parque chiquitito, de la capital de un país que hasta entonces sólo había sido un dibujo en un mapa para ella. Pertrechada  en su anorak y en el vuelo de las hojas. Se distraía fácilmente, y con frecuencia arrancaba sus ojos del libro, para sentir el temblor de la brisa, u observar la danza de los árboles. En uno de estos escarceos su mirada topó con un hombre joven, que montaba una bicicleta, silbando una canción. Hasta más tarde no se percató que precisamente esa canción que el hombre silbaba había sido el motivo por el que había levantado los ojos del libro, en ese preciso momento. Pero enseguida su atención fue captada por algo que parecía moverse sobre el hombro del hombre. Como un resorte se levantó del banco, y sin pensar en lo que hacía se dirigió hacia él. Cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo apreciar que aquello que se movía sobre su hombro era un pájaro que acompañaba con su trino aquel silbar que tan familiar le había resultado. Un pájaro que sorprendentemente tenía el tamaño y el plumaje de aquel que  algún día había partido de su corazón, y que al observar su presencia a través de aquellos palpitantes ojos, alzó el vuelo y se arrojó en picado sobre su pecho, que una vez más abrió de par en par sus contras. Y el pájaro de nuevo anidó en él. 

El hombre de la bicicleta la miró sin aparentar sorpresa. Había en su mirada una ráfaga de luz que floreció una sonrisa en la boca de ella. Y en ese preciso instante, los pájaros de sus dos corazones, elevaron la voz en un mismo canto.



16 comentarios:

Darío dijo...

Este ha de ser el pájaro que da cuerda a los corazones, el que impulsa, el pájaro que bombea sangre...

vera eikon dijo...

El que ha de ir hacia el otro para encontrar su sitio. A veces creo que si lo dejar mi corazón volaría lejos, en pos de aquello que quiero....

vera eikon dijo...

Por cierto, todo eso que dices es realmente bello, Darío.

Crista de Arco dijo...

Nunca tuve dudas que dentro nuestro habitan pájaros ~

Un beso o 2 #

Aka dijo...

Sorprendente como una cosa tan pequeñita capaz de anidar en nuestro interior, puede darnos cobijo bajo sus plumas.

besos trinados desde el mediterráneo donde los pájaros siguen cantando.

La sonrisa de Hiperion dijo...

Y es que hay sonrisas que nunca se podrán disimular...

Felices fiestas y un abrazo.

Juan A. dijo...

En alguna página de Debussy apuntan similares armonías.

Ricardo Miñana dijo...

Ya llega la Navidad donde compartimos alegrías con los familiares y amigos, estos días
tan señalados deseo pases unas ¡¡felices fiestas!!.
un abrazo.

fiorella dijo...

Feliz Navidad,Vera!!!.Un beso.

el maquinista ciego dijo...

Un relato verdaderamente hermoso...que me cuesta como nunca comentar, pues conozco bien ese pájaro, ese corazón, esa flecha, ese migrar, y, sobre todo, esa sensación de estar en un banco de un país desconocido y ver llegar una bicicleta con un hombre a 'lomos', en cuyo hombro reposa el pájaro y cuya sonrisa hace florecer la otra...
...quisiera comentar pero no puedo...dejo que aletee en mí el verso (en sí mismo un poema)
'hay un pájaro enjaulado habitando el corazón humano'...

...y agradezco haber leído el relato justo hoy. No cualquier otro día, sino, repito, hoy ;))

BIco enorme, Vera!!

vera eikon dijo...

Y en mi caso creo que no paran de agitar sus alas, Eleanor. Bicos

vera eikon dijo...

Nunca hemos de subestimar lo pequeño, Aka, ni nuestra propia y absoluta pequeñez. En ella estriba el arrimo, la piel con el mundo y con los seres. Nuestra pretendida grandeza nos aleja de las cosas. Hay que achicarse, y achicar espacios.
Bicos atlánticos(aquí el océano le disputa el color al cielo, y hace un rato había un espíritu blanco e informe deslizándose con cautela por su superficie, al que mi abuela suele llamar "polvorín", el cual es un indicativo de que el día está deliciosamente frío e iluminado)

vera eikon dijo...

Y no deberíamos disimularlas, La sonrisa de Hiperión. Felices fiestas para ti también. Un abrazo!!!!

vera eikon dijo...

Ha de ser que la música es el lenguaje más cercano al corazón, Juan Antonio. Y sólo nuestro corazón de música entiende. Afortunadamente nuestro corazón bombea este entendimiento sin palabras para el resto del ser. Bicos

vera eikon dijo...

Felices fiestas a ti también, Ricardo. Abrazos!!!

vera eikon dijo...

Feliz Navidad, Fiorella(o lo que queda de ella...) Biquiños!!!