Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


miércoles, 7 de diciembre de 2011

POR UNA CABEZA


Ayer por la tarde recibí un gran regalo al encontrarme en el correo con un dibujo que me enviaba Aka y que había hecho inspirado por un relato que escribí hace unos meses, y que creo que es de los favoritos de ambos. La verdad es que pienso que el dibujo capta perfectamente la historia que narra mi relato, por eso he decidido recuperar la entrada, con la inclusión del mismo, para aquellos que no lo hayan leído, o para que otros puedan descubrir que aparte de un delicado científico-poeta está dotado de una gran sensibilidad para el dibujo. Desde aquí quiero volver a agradecerle que me haya sorprendido de este modo. Su blog: Colección de vinos conversados  




Ya de niña comprendió que era diferente a todos los demás. Esto no se debía sencillamente al hecho de que nunca hubiese tenido la cabeza sobre los hombros. Sino más bien al hecho de que su cabeza flotaba a bastante altura con respecto a las cabezas de las otras personas. De bebé solían amarrársela a la cuna, o a la sillita, cuando sus padres la sacaban a pasear. Los vecinos acostumbraban a pararlos por la calle, pero no podían evitar una congestión de horror en sus rostros, al comprobar que aquella niña no tenía la cabeza donde la tenía cualquier persona decente. Y que en realidad ésta era aquel objeto que flotaba sobre ellos, y que al principio todos confundían con un globo.

Cuando comenzó a caminar se la ataron por medio de un piolín de color azul a su dedo índice. Tenía que tener mucho cuidado con que el hilo no se rompiera, y su cabeza saliera volando. Además, como precaución, sus padres siempre le cosían unos plomos a los vestidos. No fuera a ser que a aquella cabeza ingrávida se le ocurriese ascender llevándose a rastras aquel cuerpecito menudo.

Al principio tuvo que soportar las burlas y las falanges acusadoras de sus compañeros. Pero con el tiempo se fueron acostumbrado, y comenzaron a considerarla como una excentricidad más en una familia ya de por sí excéntrica. Su padre era pintor de cielos. La madre se dedicaba a zurcir animalitos en los corazones rotos. Elefantes, musarañas, pangolines, manatíes, gatitos negros que acostumbraban a posar como esfinges….Todo esto según el nivel de extravagancia del depositario del corazón roto. 

Hemos de decir que esta circunstancia marcó profundamente su vida y su carácter. Desde pequeña pudo observarse en ella una exagerada tendencia a la abstracción. Le costaba mucho mantener la atención en personas cuyas cabezas se encontraban tan cerca del suelo. Por lo que se entendía mejor con las aves o las mariposas, quienes acostumbraban a revolotear a su alrededor. Con el tiempo la gente empezó a anticipar su presencia por la proximidad del canto de los pájaros que casi siempre la rondaban. Éstos solían obsequiarla con ramitas o flores silvestres, que colocaban con candor entre su pelo. Por lo cual tenía el aspecto de una ninfa o un hada del bosque.

Se puede decir que tanto su infancia como su más temprana adolescencia, transcurrieron felices, aunque siempre estuviese “con la cabeza en las nubes”. Pero todo cambió cuando conoció a determinado joven “ con los pies en el suelo”. A priori no hallaríamos razones para explicar el hecho de que Aldo-que así se llamaba áquel- reparara en Aissa-nombre de la joven con “la cabeza en las nubes”. Aparte de que Aissa llamaba la atención allá por donde iba…. Se encontraron en el bosque, una tarde en la que ella inspeccionaba unos árboles y trataba de decidir cuales serían las mejores ramas para que sus amigos los pájaros construyeran sus nidos, una vez de regreso de su viaje migratorio estacional. No es que aquella fuera una actividad indispensable, pero le ayudaba a mitigar la nostalgia que siempre le invadía durante aquella ausencia. Mientras tanto, Aldo sumergía los pies en las frías aguas del río que rodeaba el bosque, recreándose en las caricias de la multitud de pececillos que brujuleaban a su alrededor. De vez en cuando con sus pequeños dientecillos le propinaban deliciosos mordiscos a sus tobillos.  Por lo cual no paraba de reírse, y todavía reía cuando Aissa se acercó a la ribera del río para mitigar su sed. Para ello había recogido el hilo del que pendía su cabeza, y la llevaba sujeta con su mano derecha, dándole de beber con la izquierda. La cabeza de Aissa mudó de expresión cuando percibió unos ojos fijos en ella, aunque su cuerpo todavía estaba centrado en la labor de darle de beber. Como mediaba tanta distancia entre el cuerpo y la cabeza de Aissa, a veces a éste le costaba responder a sus impulsos neurológicos. En cuanto se percató de aquella presencia, el hilo se le escapó de las manos, y volvió a tensarse. Pero en vez de elevarse hacia el cielo, como tenía por costumbre, la cabeza se desplazó horizontalmente. Quedando a escasos centímetros de Aldo, justo enfrente de él. En un primer momento Aissa temió que se asustara y se alejara corriendo. Pero Aldo era un joven con los pies “bien pegados al suelo”, así que apenas vislumbró el miedo dispuesto a abalanzarse sobre él, su razón arguyó una lógica para tranquilizarlo.

-Tu debes ser Aissa, “la joven de la cabeza en las nubes”, que vive en el pueblo vecino, y de la que todos hablan-dijo Aldo con tranquilidad.

-Sí-respondió ella, aunque aquello tenía más de afirmación que de pregunta-, soy esa la que todos hablan. Sin embargo también soy aquella que nunca habla de nadie. 

A Aldo le gustó el modo en el que Aissa había respondido a su pregunta, con aquel deje que él no podía reconocer, pero al que los demás daríamos el nombre de “ensoñación”. Aldo no estaba familiarizado con este término porque tenía los pies tan pegados al suelo que era incapaz de soñar. Sin embargo era un ser bastante curioso, y enseguida nació en él un interés muy especial con respecto a Aissa. Por lo que pronto se encontraron hablando distendidamente , sobe la hierba. A Aissa le gustó especialmente el despierto rostro de Aldo. Y un lunar que tenía en la pupila dorada, con forma de corazón. 

-No es un corazón-dijo Aldo-. Es una cruz.

Vaya-se dijo Aissa- he ahí el diferente modo de ver la vida entre una chica fantasiosa y un chico realista.

Sobre todo le sorprendía comprobar como en su presencia su cabeza gravitaba tranquila y concentrada. Porque por lo general como se distraía con facilidad, solía agitarse, de un lado para otro, como sobre el oleaje de un océano de corrientes improvisadas.

Como si hubiesen alcanzado un acuerdo silencioso, Aldo y Aissa comenzaron a encontrarse cada tarde, a lo orilla del río. Él solía leerle libros. Ella nunca había leído mucho porque su cabeza no paraba de girar y girar en el torbellino de imágenes que acudían a su mente y enseguida dejaba de estar atenta. Ahora, sin embargo, escuchaba la voz de Aldo, que de vez en cuando descansaba para que Aissa le explicara la marejada de sensaciones, los colores, lo olores-incluso el de la sangre en el fragor de la batalla-que le sobrevenían a medida que iban leyendo. Él solía pedirle que le contara lo que sentía desde aquella ventajosa posición. Que le hablara del lenguaje de los pájaros, que nada tiene que ver con sus cantos-los pájaros cantan porque son amantes de la belleza de sus propias voces, decía ella...-, sino que estaba relacionado con la vibración del aire con respecto al movimiento de sus alas. 

-Lo mismo ocurre con las ballenas jorobadas que se comunican con sus compañeras por medio de los golpes de sus aletas en el agua. E igual que los pájaros-podían ser no más que gigantescas aves acuáticas- también cantan, pero se desconoce el motivo de sus cantos. Quizás sólo canten por puro placer-dijo Aldo.

Aissa pensó que aquel último pensamiento de Aldo era demasiado “cabeza en las nubes”, para alguien con los pies tan bien asentados en el suelo. Y tanto la sorprendió y satisfizo éste que no se percató de que su cabeza había salido disparada hacia el rostro de Aldo, hacia la boca de Aldo, hacia los labios entreabiertos de Aldo, hacia la lengua juguetona de Aldo.  Precipitándose sin red en el síndrome del beso. Y tanto se besaron, tanto se mordieron, tanto dislocaron las sonrisas, tanto se ensañaron sus dientes, tanto se lamieron sus lenguas cada vez más indisciplinadas,… que no se dieron cuenta de la distancia que separaba la cabeza de Aissa de su cuerpo, ni de cómo se tensó el hilo sujeto a su dedo, ni de cómo este se rompió. Y en medio de un beso, los labios de Aissa se esfumaron de entre los labios de Aldo. Tan rápido que enseguida la cabeza estuvo a una distancia de unos metros, y fuera del alcance de las manos de Aldo, que pugnaban contra su propia gravedad para retornar a su boca la boca amada. La vio elevarse, hasta rebasar las copas más altas de los árboles, los picos más elevados de las montañas, el límite indefinido entre el cielo y la tierra. Cuando la perdió de vista ya la luna asomaba, y se imaginó que Aissa llegaría tan alto como para habitar junto las estrellas. Y se preguntó cuanto tardaría en aprender los signos de su lenguaje. Pero de pronto tuvo frío y volvió a sentir sus pies bien asentados en el suelo. Entonces pensó qué podía hacer con el cuerpo de Aissa que permanecía inerte en el suelo. Se sintió muy cansado, y temió que ella tuviera frío, así que pasó sus brazos por aquel cuerpo del que la vida había literalmente volado, junto con la cabeza. Y a pesar de lo que había pensado antes, sintió que por muy pegados que tuviera sus pies al suelo, a partir de ese instante siempre cabría la posibilidad de que la tierra comenzara a temblar bajo sus pies. 

Al día siguiente le pediría a la madre de Aissa que zurciese una ballena jorobada en los agujeros de su corazón roto.

13 comentarios:

EG dijo...

Sí, sí! lo recuerdo perfectamente. Y el dibujo es precioso, no sabía de este DON en Aka!

Un abrazo a ambos.

vera eikon dijo...

Yo tampoco lo sabía, así que la sorpresa fue doble!!! Un abrazo fuerte para ti también....

Juan A. dijo...

No pueden ser más deliciosos texto y dibujo.

Bisous.

vera eikon dijo...

Gracias Juan Antonio. La verdad es que conjugan a la perfección el uno con el otro. Bicos!!!

El hombre de Alabama dijo...

Anda que para los que no tengamos cordelito...

el maquinista ciego dijo...

Qué maravilla, Vera! El cuento ya lo había leído y me encantó y me entanta, y el añadirle el precioso dibujo no hace más que aumentar su belleza. Viva el regalo que recibiste y viva la 'recuperación' del relato con el añadido ;))

Geniales los dos, Vera y Aka, fantásticos siempre por separado, y bellísimos en comunión!

Bico grande (y creo que en unas pocas horas le daré también un abrazo en persona, a ver si es así ;))

Aka dijo...

No había vuelto a leer el cuento hasta hoy, y lo he vuelto a disfrutar, y ahora entiendo porque me quedó tan gravada la imagen de esa niña soñadora con la cabeza siempre flotando sobre ella. Celebro que el dibujo te gustase y me halaga que lo presentes al público con su texto, que es el que le dio forma... tus relatos, como los poemas son tan visuales y llenos de tantas imágenes, que serían las delicias de cualquier ilustrador.
besos y fuerte abrazo, y gracias por el regalo de fusionar ambos: dibujo y cuento.

çç dijo...

Delicioso el dibujo y Vera, ¿hemos de mandarte dibujos para que rescates esas fabulosas entradas? Si es preciso pondremos a trabajar la bodega de Caravaggio para que lo hagas, que tengas feliz velada esta noche. Un abrazo.

Unknown dijo...

Fantastico cuento, que se lo llevó la ternura por los aires y voló y voló.
Besos, me quedo en tu casa. Tu blog es muy singular. Me gustó.

Darío dijo...

es delicadísimo, como ciertas escrituras tuyas...

Carmela dijo...

Me perdí este delicioso cuento, pero tengo la suerte de verlo ahora junto a esta preciosa ilustración.
Una pareja de cuento.
Besos

Crista de Arco dijo...

Recuerdo muy bien la historia.
El dibujo es perfecto para tus letras.
Te felicito por el regalo.

Un beso o 2 #

alba dijo...

No me extraña nada, Vera, que a raíz de este cuento naciera ese dibujo. ¡Podrían nacer tantos otros! Me has recordado mis primeras lecturas infantiles, esos libros en los que la palabra se combinaba con la ilustración y formaban un todo indisociable. Pienso que este cuento podría editarse así, escrito y dibujado hermosamente. Pienso que si un niño me preguntara qué es enamorarse, yo le regalaría tu cuento.
Alguien que es capaz de dar vida a una zurcidora de animales en corazones rotos tiene que ser de todas, todas una costurera diestra de palabras, una bordadora de fantasías. Te imagino entre ovillos y cuentos por venir y sonrío.
Mil gracias por traerme hasta este cuento, linda.
Inevitable, también, recordar esto: http://www.youtube.com/watch?v=SJ1aTPM-dyE
Un abrazo.