Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


lunes, 9 de enero de 2012

LA RAÍZ

Imagen: Lilya Corneli



Un hombre, todavía joven, arrancó el amor de su corazón y lo enterró en el jardín, en la parte más próxima a la casa. Esto sucedió el día en que se cumplían tres meses desde la muerte de su mujer. Tres niños pequeños le vieron enterrar el amor desde su ventana. Se trataba de sus tres hijos, que en aquel gesto creyeron adivinar la pérdida del padre, tres meses después de la pérdida de la madre. Existen amores tan profundos que sólo se pueden arrancar de raíz, y en ese destierro, se destierran también todas las ramificaciones del amor. Ni siquiera queda un esqueje del que pueda emerger un nuevo brote. 

Desde ese momento, el corazón de aquel hombre había dejado de ser nido, para ser zarza. El sol ya no se acogía en él, al desperezarse en la mañana. El viento ya no serpenteaba cantarín por entre sus rendijas. Y la lluvia se evaporaba antes de llegar a calarlo. En él sólo cabían cenizas, y un silencio pantanoso, al que los pájaros iban a morir. 

Pero la peor parte la llevaban sus hijos. Si una de aquellas manitas infantiles asomaba hasta aquel corazón, para acariciarlo, al momento regresaba al exterior disfrazada de espinas. Cualquier palabra amorosa, cualquier canción, cualquier risa, se quedaba atrapada en el silencio pantanoso que allí reinaba, y entonces los presentes sentían como las aguas de aquel silencio reptaban hasta el techo y les anegaban desde la cabeza hasta los pies. Así caminaban el resto del día con pasos mortecinos, como si a sus espaldas cargaran una pesada cruz de silencio. 

Aquellos niños, sometidos a una vida de rutinarias tareas en el campo, pronto olvidaron cómo se jugaba, cómo se sonreía. Las gentes dejaron de acercarse a aquella casa. Sólo de tiempo en tiempo, la hermana melliza del padre, que vivía en la ciudad, iba a comprobar el estado de sus sobrinos y su hermano, y a procurarles un poco de bienestar. Sin embargo aquellas visitas siempre significaban para ella una nueva grieta en el pilar del alma. Su médico personal le recetó que las fuera espaciando en el tiempo. Ella comprendía y seguía en lo que podía las indicaciones del médico. Pero a los pocos meses entendió que la desazón que le procuraba aquella distancia de su hermano y sus sobrinos, tornaba en arena el cemento de sus cimientos. Y se vio retornar a aquellos tiempos de su temprana juventud en los que había sentido cómo su destino estaba ineludiblemente unido al destino de su mellizo. Por lo que, en la medida de lo posible, continuó frecuentando la casa. El tiempo que estaba con los niños, éstos estaban eximidos de sus tareas diarias. Ella siempre había tenido una risa grácil, y contagiosa. Sin embargo a las gargantas de aquellos niños sólo podía arrancarles un sonido gutural, como si se tratara de la risa de una caverna. Así que gran parte del tiempo que permanecía entre ellos trataba de enseñarles las músicas de la risa. Incluso a veces se hacía acompañar por algún bufón, para que con sus números y cabriolas alegrase los rostros vacíos de aquellos niños. Pero siempre, al final de la jornada, se los veía salir de aquella casa, cabizbajos, con los cascabeles del gorro alicaídos. En su triste regresar hombres y mujeres lloraban, y las flores con la pena se arrancaban los pétalos. Continuamente les leía libros, les contaba historias maravillosas. Quería inculcarles el germen del ensueño, que en gran medida es una de las sustancias que componen el amor. Con el tiempo, los niños parecieron desarrollar cierto interés por los libros, así que, aunque aquél le parecía un camino más largo, decidió que no podía dejar de excavar en aquella veta, por lo que en cada visita iba cargada de nuevos ejemplares. 

En una de aquellas visitas a la casa la mujer percibió un ligero temblor en la madera del suelo. Aquel día permaneció hasta más tarde, pues quiso preguntarle acerca de aquel temblor a su hermano, una vez acabada la jornada laboral. Pero, como habitualmente sucedía, el hermano ni se molestó en contestarle.
En la siguiente visita, el temblor fue mucho más pronunciado. Esta vez le preguntó a sus sobrinos, quienes parecían ignorar su existencia. Aquel día los niños parecían estar más receptivos de lo habitual, así que permaneció hasta la caída de la tarde leyéndoles un libro de cuentos. Un escalofrío recorrió su espalda cuando, al abrirse la puerta que dio paso al hermano, que regresaba del trabajo, escuchó como de su boca salía un parco “buenas tardes”. Que ella recordara, era la primera vez  desde hacía varios años que le dirigía la palabra. 

En sucesivas visitas comprobó que los temblores de la casa iban en aumento, y, curiosamente, a medida que su frecuencia aumentaba, el rostro del hermano parecía menos huraño. Incluso en una ocasión la llamó por su nombre de un modo que le hizo recordar a aquél tan amado de los viejos tiempos. A los ojos de la hermana asomó una lágrima, en cuyo perfil alguien había tallado una estrella.

Decidió mudarse a la casa temporalmente, con el fin de comprobar la evolución, y acelerarla en la medida de lo posible. Si en el padre la mejoría era paulatina, en los niños era evidente. Ahora ya reían, ya corrían, y la acompañaban con alegría en sus juegos. Cuando el padre estaba presente, trataban de disimular estas cosas.

Pero una noche, mientras ella les leía en torno al hogar, lo vieron asomarse desde la puerta de su habitación, silencioso. Y sin alterar la gravedad del rostro, ni al entorno callado, se acercó, y se sentó en el corrillo que formaban los niños. La hermana reunió todas sus fuerzas para disimular la emoción, y continuó leyendo tratando en lo posible de no alterar la voz. Mientras tanto, los temblores eran cada vez más pronunciados. A veces la despertaban en la noche, y al levantarse comprobaba cómo, a causa de estos, la cama y los muebles eran desplazados de su sitio. Cuidadosamente y con disimulo ella los devolvía a su lugar. No quería alarmar ni a los niños ni al padre. En los últimos tiempos la mejoría ya se constataba, pero temía que todavía fuera un retoño, casi frágil, y no quería resquebrajarla con temores que eran infundados, puesto que aquellos temblores sólo parecían ser percibidos por ella.

Una noche, mientras todos los miembros de la familia la escuchaban leer en torno al fuego que ardía en la chimenea, el hermano la interrumpió y dijo:

-De todos los miembros de nuestra familia, siempre has sido la única a la que he amado absolutamente, hermana- Y mientras esto decía se acercó hasta ella, y la tomó tiernamente entre sus fornidos brazos. Y aquella voz que siempre permanecía firme y risueña en su lectura, rompió en sollozos.

Aquella misma noche, en la hora que raya el alba, la hermana fue despertada por un inmenso temblor, esta vez acompañado de un rugido como de fiera. Temió que en aquel momento tierra y cielo se hubiesen rasgado. Por lo que salió corriendo de la habitación, en ropa de cama a comprobar que todos los habitantes de la casa estuvieran seguros en sus camas. Primero acudió a la habitación de los niños, donde estos la aguardaban despiertos, con unos ojos inmensos que parecía querer escapárseles de aquellas caritas, puesto que aquella vez sí habían sentido el temblor.

Pero cuando los cuatro juntos fueron a la habitación del padre, lo descubrieron todavía acostado. Del suelo, bajo la cama, aparecían las tablas levantadas, como si una mano gigante las hubiese arrancado. Y en el medio de aquella grieta, sobresalía una enorme raíz que subía hasta el lecho. La hermana se acercó con un movimiento de pánico. Pero pronto la tranquilizó la radiante sonrisa que brillaba en el rostro del mellizo. La primera y última sonrisa que cultivó aquella boca durante tantos años. Y ante este hecho ya poco importaba que aquella enorme raíz le atravesara el pecho, justo en el epicentro de aquel corazón del que años atrás había arrancado el amor, para enterrarlo en el jardín, en la parte más próxima a la casa. Y no le extrañó que de aquella raíz tan enorme florecieran en racimo hermosos y llenos jazmines blancos. Y se extrañó todavía menos cuando escuchó que uno de sus sobrinos, el único que era un niño todavía, dijera con su cantarina y aguda voz:

-Mira tía, las favoritas de madre…

21 comentarios:

el maquinista ciego dijo...

Discurro hoy por las vías 'a toda máquina', pero he tenido que detenerme en seco a leerte. Siento mucho la convalecencia y el catarro, que espero hayan mejorado, pero egoistíssimamente me alegro un poco si a él hay que agradecerle tan hermoso relato ;))

Gracias por encogernos el corazón primero con ese 'silencio pantanoso al que los pájaros iban a morir' (ufff.....), para ir poco a poco destensándolo con las melodías de la risa y los cuentos hasta, finalmente, hacerlo reventar en esa explosión de flores.

Exquisita prosa, Vera, como siempre (y, como siempre, me voy pensando: ¿no habrá alguien que ilustre estos cuentos de una vez, para que inunde las librerías -y los sueños- de todo el mundo 'la Marea Vera'.........?)

Bicos enormes, antifebriles y sanadores!!

Axis dijo...

Vera... mientras lo leía las imágenes de tu relato se me representaban en ilustraciones, bellas ilustraciones como las de los cuentos para niños... toda tu historia me fue llevando de la mano, historia de vida/muerte/vida, de amor.
Y en el final recordé aquel jazmín que perfuma mi balcón y me dieron tantas ganas de obsequiártelo...

Beso en flor mi querida!!!

Axis dijo...

Mirá, leí el el comentario de Maquinista luego, creo que coincidimos más de una vez, pero también se le ocurrió lo de las ilustraciones y lo que vengo deseando con todas mis ganas... Vera!!! para cuando un libro tuyo en las librerías??

Besos a las dos!!!

vera eikon dijo...

Creo que ya estoy un poco mejor, pero gracias por tus buenos deseos, Maquinista. El relato surigió ayer, justo cuando acababa de apagar la luz. Tenía sueño, pero tuve que escribir unas cuantas líneas porque tenía miedo de que se me olvidara. Pero desde el primer momento casi estuvo todo hecho, porque tenía clarísimo el final (que es realmente el corazón del cuento). Tenía el pequeño temor de que el cuento pareciese un poco lúgrube, quizás el final no resultara lo poético que yo sentía...Pero me alegra que lo hayas vivido así. Como siempre, te digo que yo estaría encantada que alguien ilustrase mis relatos, pero tiene que aparecer primero alguien a quien le sugieran algo(no creas que me he olvidado de lo de tu amiga. Como te dije, algo, pero breve, sí que escribí. Lo que ocurre es que temo no haber captado bien la esencia de los dibujos. Realmente me encantaría saber qué percepción tiene ella de los mismos. Porque no olvido que en realidad es la obra de otra persona, y no me gustaría vulnerarla)Graciñas por tu entusiasmo(que en ti es una cualidad extraordinariamente natural...)Bicos

vera eikon dijo...

Creo que con tu deseo viene tu jazmín,Axis, y desde aquí, a tanta distancia, creo que puedo oler su fragancia. ¿Quién se atreverá a decir que el deseo no es nada? Porque me parece que un gesto, si no arde con el fuego del deseo, es sólo un trazo vacío.
Evidentemente sería un gran placer ver estos relatos ilustrados, pero la publicación es algo en lo que ni me atrevo a pensar. En los últimos tiempos me he centrado tanto en la poesía(la cual, aunque inesperada, me entusiasma)que había dejado el relato a un lado, y durante estos días añoraba el modo en el que fluye. Así que poco o poco espero retornar a él. A ver si soy capaz de combinar ambas cosas.
Bueno si algún día se publica algo, sin duda dos de los primeros ejemplares dedicados serán para vosotras, de las primeras que coincidieron en su deseo de verlos ilustrados....
Bicos bon moitas ilustracións!!!

El hombre de Alabama dijo...

Va tan con la hora a la que lo he leído. De verdad.

Darío dijo...

Viene a ser un corazón delator que, hace temblar el piso, sin rencores...

vera eikon dijo...

¿De verdad? Un abrazo, Alabama. Hay ciertas horas....

vera eikon dijo...

Tenías que ser tú quien precisamente lo mencionara, Darío....Pero, la verdad, mientras lo escribía no dejaba de pensar en ese cuento. Quizás en ese sentido se parezcan el amor y el rencor, en que tarde o temprano nos delatan...

Aka dijo...

Cuanto tiempo sin poder leerte, pero que alegria hacerlo de nuevo con uno de tus relatos. Sin duda me uno al interes de ver ilustrados dichos relatos que se antojan llenos de imagenes y escenas, parecen el suenyo de cualquier ilustrador... la fluidez de las narraciones es de lo mas ilustrativa por si sola, las letras parecen ir dibujando sobre un folio las imagenes que se van sucediendo hasta el final. Un relato precioso que de alguna manera me ha recordado al siguiente poema, por el hecho de enterrar el amor.

I broke off the bough of love
i buried it in the earth
and look
my garden has blossomed

one cannot kill love
if you bury it in the earth
it grows back
if you toss it into the air
it grows leaf-like wings
dropped into the water

it flashes with gills
immersed in the night
it shines

so I wanted to bury it in my heart
but my heart was home to my love
my heart opened its heart's door
and it rang out with song from wall to wall
my heart danced on my fingertips

so I buried my love in my head
and people asked
why my head has blossomed
why my eyes shine star-like
and why my lips are brighter than the dawn

I wanted to tear this love to pieces
but it was supple it entangled my hands
and my hands are bound with love
people ask whose prisoner I am

Halina Poswiatowska

Besos y un abrazo bien fuerte Vera, espero visitarte en lo sucesivo con mayor frecuencia y volver a mis escritos. Y si algun dia quieres ilustrar algun relato gustosamente me ofreceria ahora que me he desprendido de mi carga laboral. Besos

vera eikon dijo...

Qué alegría volver a encontrarte por aquí, Aka. Ya espero con ansia tu próxima entrada. Entiendo que esto significa que ya estarás un poco más asentado ante la puerta de ese futuro que tan buenas perspectivas tiene(quizás porque poco hay definido, y ahí todo es posible). Y me alegra especialmente que llegues justo cuando acabo de subir un relato, pues sé lo mucho que te gusta. La verdad es que cuando lo escribí incluso pensé que era una pena que no estuvieras porque era de esos relatos que sé que son muy de tu mundo. Y por supuesto, a mí me encantaría que ilustrases cualquiera de mis cuentos. Sería un honor. Pero tienes que ser tú el que realmente encuentre aquel del que le surja la imagen, de un modo casi natural. Yo podría decirte cuáles de los relatos que tengo en el blog son aquellos que casan contigo, y tus preciosos dibujos. Y tú, si quieres, y si se da ese milagro(porque ese tipo de conexiones son en cierto modo milagrosas), puedes hacer con él lo que quieras. La verdad es que sería genial!!Me sentiría muy, muy halagada. Bicos de benvida!!!

Aka dijo...

Oooh por supuesto, dime unos cuantos cuentos que te gusten y creas que podrian ilustrarse y miro cual o cuales de ellos me llaman mas. El honor seria mio, con las letras ando un poco atascado ultimamente, y me siento mas comodo trabajando con las manos, asi que podria aprovechar... todo y asi prometo volver al blog pronto, cuando me acabe de asentar en un mundo u otro... ultimamente mi cabeza anda bastante en las nubes afortunadamente. Un beso grande!!

vera eikon dijo...

A mí me da que las nubes han de ser el lugar en el que más a gusto se debe sentir tu cabeza, querido Aka(y las nubes también se han de sentir felices con tu presencia). Busco los cuentos, y te envío los enlaces por mail. Un millón de gracias. Bico!!!!

Juan A. dijo...

Una historia estremecedora, Vera. Tenían que ser jazmines.

Besos!

el maquinista ciego dijo...

Alegría por todas partes!! Primero porque fueses quien de luchar contra la pereza y encender la luz para no dejar escapar esas líneas (precisamente hoy hablábamos su 'irmanciño' y yo de que hay que hacer eso, jeje); segundo porque estés mucho mejor; tercero porque hayas hecho algo con lo de Lara, ya hablaremos de eso (la semana que viene comienzo de nuevo las clases, así que volveré a verla y ya me dirá cómo se ponen en contacto, que creo será lo mejor); y cuarto y MÁS IMPORTANTE porque me alegro infinito del regreso de AKA (al fin!!!), de su estancia en las nubes (que ya me ha dicho un pajarito que son de algodón del bueno...) y sobre todo sobre todo porque vaya a ilustrar alguno de tus maravillosos cuentos!! Sabía que sucedería, no podía ser de otra manera, así que me voy a brindar en honor de tan maravillosa colaboración.

(PD para Axis: sí que coincidimos bastante, así pues, visitaré si me lo permite su casa; y un brindis desde la distancia también contigo porque ya ha dicho Vera que dos de los primeros ejemplares serán para nosotras, y dedicados!! ;)))

Bicosss a los tres, Vera, Aka y Axis.

el maquinista ciego dijo...

Se me olvidaba, es hermosísimo el poema que dejaste, Aka.

Boa noitiña!

el maquinista ciego dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Siento llegar tarde, temía incluso abrir tu espacio y encontrarme con una nueva entrada y un nuevo rumbo en tu trayectoria. Intentaré eliminar los calificativos y regar lo mejor que pueda mi comentario para entrar el tan bella cosmogonía que es sin duda esta raíz. Sin duda siento que al vivir cotidiano hay inhóspitos recodos, otras realidades más intensas. Literaturas que intensifican los caminos de la vida. Podemos recordar a Poe o a la mariposa Chuang Tzu al leerte, por descifrar esas pequeñeces que para ojos atentos son cicatrices. En mi alma madura a veces la idea de convertirme en planta, aunque sé que sería una tarea dolorosa. Tu relato ha permitido sin disimulo coincidir, convertirme en semilla y aspirar finalmente el perfume del jazmín, aclarar mi mente durante unos instantes y quién sabe, si soñar o ensoñar como un niño con esa flor blanca.

Besos de hermano.

c cRider

çç dijo...

maldita sea la estampa del sñr BloggR, impidiéndo que comentemos, y además, creando erratas tipográficas.

válgame para leer el resto de comentarios y quitarme el disgusto. Aviso para naufragantes. Guarden siempre los comentarios antes de verificar si ha quedado bien guardadito.

Elchiado dijo...

leí ayer, pero no supe qué decir. algo tienen los jazmines, que atrapan en su sencillez, en la delicada esencia de sus flores. en Málaga se arraciman las flores y se venden como biznagas en las noches de verano, cuando afloja el calor y los pétalos entregan el misterio que encerraban. el cuento es intenso, ilústralo si quieres pero sus imágenes son preclaras mientras vas desgranando los renglones. creo que ya te lo he dicho alguna vez, tienes talento porque inspiras pasión -no he dicho transmites, dije inspiras.

Transmitir es sólo comunicar algo propio; inspirar es conseguir que un océano se derrame a partir de una sola gota.

un beso, y que sigas ilustrándonos por mucho tiempo

Eleanor Smith # dijo...

Esta historia es inmensamente hermosa ~

Un beso o 2 #