Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


martes, 29 de mayo de 2012

ARMONÍAS





Decimos soledad al borde del camino, donde hallamos un único árbol. Olvidamos que un árbol es un bosque de ramas viajando hacia la luz. En su estar anclado a la tierra nunca cesa de fluir, y es la demostración de la movilidad de lo vivo, aunque el movimiento sea muchas veces interior e imperceptible. Apenas vibración. Pero donde ahora hay silencio, antes se suspendió la nota. Miro la tierra bajo mis pies, todavía húmeda y me pregunto hacia dónde tienden sus raíces. Simpatía de agua. Los soñadores somos aquellos en los que se confunden raíces y ramas. Tenemos las ramas cargadas de agua, y las raíces llenas de sol. Es en nuestros subterráneos donde se maquina el espasmo de la estrella. Y aunque no lo parezca, basta que yo me siente al borde del camino, para que él venga a sentarse a mi lado. La misma marca oscura en los ojos. Reconocimiento. Nos comunicamos con un lenguaje de piel, a pesar de ni tocarnos. Él mira esa luz que trenza los cabellos del árbol. Sus ojos iluminan la oscuridad para un niño que tiene miedo en la noche. Acompasa en su gesto el crecer de la hierba. Si no me equivoco el amor es esto. Y si me equivoco apenas tendrá importancia. A veces siento que la vida no es más que un acto de fe. Fe, esa palabra tan manida que se adjudican para sí las religiones. Yo tengo fe en la corteza del árbol, coloco mi palma izquierda sobre ella y la siento respirar. Ese aliento del árbol insufla vida a mi mano. El corazón late pájaros que echan a volar por mi boca. Él me mira con ojos de tierra que brillan bajo una pátina de rocío, el alma de una emoción. En él también tengo fe. Hombre de pocas palabras, su existencia es pura música. El árbol es música. Sus músicas me envuelven, mi cuerpo vegetal respira. Tierna y en eclosión, soy. Mujer musgosa solapándose al hombre de tierra, reptando el tronco del árbol. Ellos me respiran. Árbol, hombre y mujer, en armonía, rompen la quietud vibrando al unísono el arpa del aire.

13 comentarios:

silvia zappia dijo...

soy mujer de pocas palabras, y ante esta historia quedé definitivamente muda y sonriente.

besos, vera*

Axis dijo...

Sentí esa corteza y su palpitación, esa brisa y ese rocío con el que sueño mojar mis labios.
El sol y la tierra húmeda, puedo olerlos casi...
Adoro los árboles.

Te adoro.

Bicos luminosos ♥

Amanecer Nocturno dijo...

Oigo el pálpito de tu corazón desde aquí. Late al compás de la corteza del árbol.

Siempre consigues transmitirme belleza y paz :)

Un beso fuerte!

vera eikon dijo...

Pocas palabras, pero valiosas. Y está claro que no se necesitan palabras si se dice con una sonrisa. Bicos!!

vera eikon dijo...

Somos en sincronía, querida. Nos crece la piel en el latido del aire, la nariz al perfume de la flor...Y sí, adoramos a los árboles, y alguna vez soñamos que lo éramos...y adoro tu adoración y envido la mía...No importa quien tenga la mano ganadora, lo fundamental es que nos mostramos las cartas. Te quiero!! Bicazos,amorosísimos....

vera eikon dijo...

Me encanta transmitirte eso, Esther, porque es lo que yo siento cuando escribo textos como este. Salgo de la escritura pacificada....Besos, querida!!

çç dijo...

Un latido que armoniza con el trueno de la nube, o con las pisadas de una oruga.

Cuando camino solo por los parques, no es tan solo. Me paro, escucho.

Apertas irmanciña.

vera eikon dijo...

O es una soledad acompasada, armonizada con la vida que late...Qué ganas de pasear bajo los árboles ahora!!! ¿Para cuando una visita??? bico, irmao!!

Fackel dijo...

Bello relato, Vera. Y qué importante la imagen del árbol. Tanto que las mitologías y los pueblos han hecho un icono fundamental del mismo. No en balde el conocimiento se vincula al árbol (el árbol de la ciencia del bien y del mal, según el mitológico Génesis, fue decisivo para toda esa creencia que ha condicionado nuestra cultura)

Te recomiendo un vistazo al concepto en el (Diccionario de los símbolos", de Juan-Eduardo Cirlot.

Somos ramas, somos tronco, pero lo importante es ser raíz, que decía un amigo mío, pintor cuano.

Darío dijo...

Precioso delirio sobre al árbol bosque en viaje desesperante hacia el cielo...

çç dijo...

Te comento. Abro el documento donde ex_traje tu texto, con la determinación de leerlo de nuevo y comentarlo, pensando que no lo había hecho. Cuando casi instantáneamente una personita desde el escritorio me dice “vera dice que para cuándo una…?” entonces pienso. ¿Es tan de verdad mi manera de ser, o no-ser? ¿cuando me paro ante un árbol, me quedo en sus ramas cuando continuo el paseo? Bueno, creo que te voy a regalar dos fotografías que he hecho con mi cámara nueva. Todavía no la tengo dominada pero tal vez vistan adecuadamente tu espacio. Bicos.

no he podido no leer el comentario de Fackel... muy buen libro, hace unos meses lo tuve entre manos y a primera vista produjo en mí un fuerte rechazo pero cuando hube de devolverlo... Luego leí los poémas de Cirlot y me gustaron más.
Rebicos.

Aka dijo...

Me han entrado ganas de apagar el ordenador, abandonar la oficina y salir a pasearme por los jardines botánicos de la ciudad en busca de esos árboles... de la paz que transmiten con su silencio, su sombra, y su juego constante con el viento y los elementos que lo envuelven, cuanta armonía encierran, lo suyo es adaptarse al ambiente, estática dinámica constante que les permita crecer hacia el sol estén donde estén, sin pretender cambiar la naturaleza que les rodea, respetándola...
me uno al abrazo de su corteza

alba dijo...

Hace años una persona muy querida me dijo que me abrazara a un árbol. Lo hice y, desde entonces, no paré durante años. Su energía me hacía llorar, me revitalizaba. Hace unos meses tuve que mudarme bien lejos. Ahora lo echo de menos. Tu texto es todo lo que el silencio de abrazarle a mí no me dejaba decir. Gracias, Vera, porque me he emocionado.