Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


viernes, 18 de mayo de 2012

PÁJAROS

La imagen es un regalo de mi amiga poeta Noelia Palma



De lo que nadie habla es de que cuando alguien se muere, una tromba de pájaros negros irrumpe volando a través de su pecho. Yo los vi cuando él definitivamente se fue. Los vi surgir de su cuerpo, y precipitarse a través del cristal en el que ya se esbozaba la noche. Recuerdo mi asombro cuando el cristal no  se rompió, pero tampoco les impidió el paso, como si fueran aquéllos  “pájaros del espíritu”, y creo que de ese modo como siempre los pensé. También vi como iban a posarse en el árbol del jardín. Sus ojos amarillos centelleaban a través de las ramas, y los pude sentir fijos en mí, acariciadores, del mismo modo que el aire debe sentir el polvo que sobre él se desmigaja en motas de luz, cuando el sol entra en una habitación.  Quizás estos pájaros del espíritu tienden a alejarse hasta que encuentran el primer árbol, y en él anidan. Pero ocurrió que en este caso el primer árbol está en el jardín de nuestra casa. 


Los días siguientes a su muerte fueron tan ajetreados e irreales que apenas volví a pensar en los pájaros. Las visitas de condolencia no dejaban de sucederse, y yo únicamente deseaba que el funeral pasara ya, y así poder reflexionar con calma en todo lo que había acontecido, y poder dolerme en la libertad que entraña la soledad. Cuando todos por fin se marcharon, incluida mi querida hermana a la que tuve que convencer con una sonrisa mal dibujada en la boca de que estaría bien y que no cometería ninguna locura, subí hasta mi cuarto y dejé que las lágrimas arreciaran al tacto de mi cama. No podría explicarlo, sólo deciros que las sábanas dolieron. El olor a limpio, el frescor, su tersura, se volvieron punzantes. Alguien había retirado aquellas otras sobre las que él había expirado, y con un  presentimiento fatal corrí hasta las ventanas, y pude ver como jugaban con el aire, ya limpias, en el tendal. Y tristemente pensé que su olor ya había desaparecido definitivamente de todos nuestros juegos de sábanas.Entonces fue cuando por primera vez me admiró la presencia de aquellos pájaros negros sobre el árbol, que bajo la luz del sol parecía florecido de extraordinarios frutos color azabache. Al verme los pájaros se quedaron inmóviles, y me observaron con una expresión en los ojos que me pareció reconocer. Aquella expresión me hizo sentir confortada, y de modo casi inmediato enjugó mi llanto. Me tomé una pastilla y me dormí. Pero en medio de la noche abrí los ojos y me encontré de nuevo con los pájaros negros que permanecían apoyados en el alfeizar de la ventana, observándome como si hubiesen venido a velar mi sueño. Y con esta impresión volví a caer en la negrura de la inconsciencia .


Durante una temporada apenas salía de casa, y aunque yo le había pedido a la mayoría de mis amigos que me dieran un tiempo y que todavía no vinieran a visitarme, jamás me sentía sola. Me bastaba la presencia de los pájaros negros vigilando mis movimientos de una habitación a otra a través de las ventanas que a conciencia yo dejaba abiertas, festejándome con alegres graznidos cada vez que yo salía al jardín. Sólo de vez en cuando recibía la visita de mi hermana y la de Carlos, el mejor amigo de Juan. En las primeras ocasiones acudían los dos juntos, pero pronto ocurrió que Carlos comenzó a venir solo con bastante frecuencia. La verdad es que Carlos siempre me había parecido simpático, y realmente me conmovieron y llegamos a intimar en sus intentos por animarme. 


Cuando regresé a mi rutina los pájaros negros me acompañaban a diario volando sobre mi cabeza durante el trayecto al trabajo. De una forma extraña su presencia me hacía sentir segura. También me aguardaban a la salida para acompañarme de vuelta a casa. Pero una tarde los eché en falta, y por un instante temí que hubieran desaparecido para siempre. Así que nerviosa me precipité hasta casa. Allí estaban, vigilando mi llegada desde el árbol del jardín. Y cuando subí a mi habitación a dejar mis cosas, me encontré sobre la cama una algarabía de flores silvestres que los pájaros habían reunido para mí, aprovechando que como ese día hacía calor me había dejado la ventana abierta. No podría explicar mis motivos, pero de inmediato me desembaracé del vestido, me quité la ropa interior, y desnuda me sumergí en ellas. Me embriagó el aroma y el tacto de las flores y comencé a tocar mi hambriento cuerpo, pensando en cuánto tiempo hacía que no recibía caricia alguna. Me masturbé con paciencia y esmero, del mismo modo en el que el amante aplicado hace el amor. Podía sentir como los ojos de los pájaros negros seguían con avidez el dibujo que sobre mi piel describían mis manos, y sus graznidos arreciaban con el embate de mis dedos.  Pero en vez de hacerme sentir incómoda, podría decir que su presencia me excitaba.


Durante un tiempo los días continuaron iguales. La única novedad es que Carlos venía más a menudo por casa. Me traía bombones, porque sabía del gran placer que encuentro en el chocolate. O la excusa era que alguien del trabajo le había regalado una botella de vino y le parecía desaprovecharla el hecho de catarla en soledad. En esas ocasiones enseguida lo tenía posicionado en mi cocina improvisando una deliciosa cena. Cosa que yo le agradecía porque nunca me ha gustado demasiado cocinar. Cada vez que Carlos se presentaba yo podía sentir un revoloteo de plumas inquietas entre las ramas del árbol. Revoloteo que sería imperceptible para cualquier otro ser humano, pero en aquellos momentos yo estaba ya muy sensibilizada a la presencia de los pájaros. En aquel movimiento me parecía intuir un empeoramiento en el estado de humor de los mismos, pero procuraba no darle importancia, puesto que las visitas de Carlos siempre me placían. En una de aquellas noches en las que nos habíamos excedido en la cantidad de alcohol, de un modo que no podría precisar, Carlos y yo nos encontramos en mi habitación, desnudos, haciendo el amor. Entre besos él no paraba de mascullar que siempre me había amado, palabras que tenían la extraña particularidad de provocarme la risa. Él no pareció ofenderse, puesto que debió atribuir aquella hilaridad al exceso de alcohol. Mientras disfrutábamos del sexo yo podía sentir como los pájaros negros se agitaban sobre las ramas, aunque era consciende de que, por una especie de precaución, no habían venido a asomarse a la ventana abierta. Sin embargo sus graznidos me parecieron amenazadores, incluso violentos. Y como si de algún modo quisieran impedir lo que estaba sucediendo parecían amalgamarse con nuestros gemidos.
Por todo ello cuando días después me comunicaron que Carlos había aparecido muerto en la calle debido a las numerosas heridas de algún arma blanca, arma que la policía no había podido identificar, me causó horror, pero no excesiva sorpresa.  Durante las noches me acompañan en la oscuridad las cuencas vacías de los ojos de Carlos, cuyas pupilas habían sido arrancadas con ensañamiento por sus asesinos. Los pájaros negros, conscientes del efecto devastador de sus actos, se mantienen en silencio y a distancia. Hasta esta misma mañana en la que vendrán unos operarios a talar el árbol, y se lo llevarán muy lejos. Tal vez para que forme parte de una mesa o lo transformen en silla. Y entonces los pájaros negros volarán para anidar en el árbol del olvido. Reconozco que siento una especie de ansiedad acerca de lo que sucederá después, cuando por fin esté definitivamente sola. Como tendría que haber sucedido después de su muerte.

12 comentarios:

Amanecer Nocturno dijo...

Tu forma de narrarlo es delicada y dramática, aunque este relato bien podría ser el argumento de una peli de terror.
Ahora parece que veo a esos pájaros por la ventana, y tengo miedo de dormir y que al despertar sigan ahí.

Un beso, Vera!

Darío dijo...

Es verdad lo que dice Amanecer. Es un buen argumento de película. Pero también recuerdo a mi abuela, que veía en los pájaros que venían a su casa, primero a su hija (mi madre) y después a su esposo (mi abuelo), y esa visión es una visión un poco más tranquilizadora que estos pájaros aterradores.
Abrazo.

cachos de vida dijo...

Me ha gustado tú relato.
Feliz fin de semana.
Un saludo.

vera eikon dijo...

A mí en cierto modo me sorprende el modo en el que cierta voz narrativa se impone, aun cuando la historia podría habar sido ditactorial e imponer otras formas. Y aunque el tema es bien oscuro, hay algo en mí que tiende últimamente hacia las suavidades. No sé si podría ser que se dilucida en mí algo parecido al estilo, o al encasillamiento. Y bueno, yo escribía, por lo que estaba tan dentro de ese frenesí narrativo que no me dio mucho tiempo a pararme, pero supongo que sí, esos pájaros negros dan pavor...Bicos, meniña. Graciñas!!

vera eikon dijo...

Y en realidad, Darío, en un principio ve en los pájaros algo positivo. Aunque yo a posteriori intuyo una metáfora en la historia y es el peligro de estancarse en las tristezas. Necesitamos un tiempo para lamentarnos, pero también se corre el riesgo de que la tristeza se vuelva ditactorial, y no podamos continuar con nuestras vidas. Y un poco continúo el hilo del último relato, ese deseo de posesión del otro que en un último extremo toma forma violenta...Abrazos

vera eikon dijo...

Gracias Disancor. Que pases lindos días. Bico

Juan A. dijo...

Desasosiegas como nadie.

Noelia Palma dijo...

siempre tiendo a extraer algo del texto sobre todo cuando es narrativa (son mañas mías) cosas que si las separo dicen demasiado también. mirá: Y entonces los pájaros negros volarán para anidar en el árbol del olvido

se me viene a la cabeza lo que decía Borges en un poema: sólo una cosa no hay: es el olvido.

sacando eso, en referencia al texto narrás limpio,
hay presencia, sí.
vos me entendés.

Unknown dijo...

El dolor adopta curiosas formas. Muy bueno.

Saludos.

silvia zappia dijo...

garcía márquez + hitcock...
pero es vera quien escribió esta maravilla.

besos*

Elena Beatriz Viterbo dijo...

Me ha impresionado gratamente este relato. Es el primero que te leo.
La verdad es que es inquietante, sabes transmitir muy bien el dolor de la pérdida, las ganas de soledad, y cuando el cuerpo es sabio y se deja llevar por las ganas de gozar, de vivir.
¿que representa la figura de los pájaros? ¿la conciencia?
creo que este relato se merece una segunda lectura mucho más pausada.

fran dijo...

Cuando de esa tristeza (pájaros negros), despejas la amistad, empiezan a ser devorados todos los enemigos (pesadillas)...solo queda el voyeur que sueña orgías en cada esquina.

Un beso y otro para Noelia por la foto