Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


miércoles, 31 de octubre de 2012

TOMO TU MANO







Tomo tu mano de niebla
en ella se anilla el sueño
y se vertebra la luz
Tomo tu mano in crescendo
su liviandad orquesta
la infinitud del instante
Tomo tu mano vegetal
he ahí
el pulmón del mundo
Tomo tu mano de papel
caligrafío entre sus líneas
la lentitud de un beso
Tomo tu mano de mármol
que su palma preserve
la talla de estos labios
Tomo tu mano infantil
al tacto es un barquito de papel
cuya hélice rebobina
la risa del horizonte
Tomo tu mano blanca
y la viajo como un pájaro
por los cielos de mi cuerpo

Tomo tu mano
Palpo la vida

lunes, 29 de octubre de 2012

GEOMETRÍAS


Gustav Klimt




En relación a mi anterior entrada Alba dijo:

Hablo tantas veces de ese fragmento de la novela que a lo mejor alguna vez esto ya te lo he contado. En "Lo bello y lo triste" de Kawabata, uno de los personajes nunca deja que le toquen el pecho derecho porque sabe que en ese lado no está su corazón. Te lo cuento porque leer ese verso, ese gesto de llevarse la mano al pecho para no delatar al amor me ha hecho recordarlo. Ay, Vera, al amor no hay que encubrirlo, pienso yo, hay que procurar decirlo aunque sepamos de su condición indecible, aunque pueda llegar ese día en el que, al permitir que nos toquen ese pecho derecho, descubramos, de pronto, su burla, su capa de polvo...
Un abrazo, linda.

Y de este comentario surgió este pequeño poema-pensamiento





Entre los dos
la del abrazo
es la figura más perfecta
Tu latido pone voz
al callar
de mi seno derecho
Sobre la escucha del tuyo
mi corazón echa a volar
el secreto de sus alas

jueves, 25 de octubre de 2012

DESTINOS

Imagen de La Edad de la Inocencia






Este amor que no vestirá
el palio del cuerpo
ni esgrimirá
la diatriba de la carne
tan sólo se nutre
de la sangre que gotea el corazón lanceado
va dejando un rastro rojo
sobre las olas
tiene que llevarse la mano al pecho
para no delatarse
Este amor
que se pronuncia en el silencio
y halla su réplica
en poemas golpeando los cajones con sus alas
como aves de tinta y sentimiento
buscando a tientas un cielo donde volarse
Este amor
-digo-
es temblorosa llama
alrededor de la cual
mi cuerpo ha de ser hermético candil
y a brazos en jarra prohibir
la intrusión del aire
Si una sola de sus hebras
lo franquea
al llevarme la mano al pecho
hallaré el corazón
vuelto cenizas
 

martes, 23 de octubre de 2012

AGITACIÓN





Busco la palabra
o el verso
que haga girar los goznes
de tan mecánico
corazón
y poner la agitación de un pájaro
en su monotonía
Como ese rayo de sol que reverbera
el resto de agua de un pozo
-tan resto
que ya se sospecha sequedad
y  no agua-
y lo reintegra
Escribo y tomo conciencia
de que tal corazón
ha de ser vuelo en la cárcel de mi pecho
y que soy yo misma ese resto
que con el limo del pozo
se confunde
Un fondo de agua
que articula la luz
-soy-               
He ahí el poema





viernes, 19 de octubre de 2012

DE LO QUE SE CALLA




Ese viento que viene amoroso a descarrilar sus vagones sobre tu blanca frente, conjugando el negro flequillo como veleta. Tus ojos desnudos son la confirmación de que has estado llorando. Cómo explicarte que este mutismo es mi defensa de tu trágica figura. Guardo entre los labios el sonsonete de un insecto, y no deseo picarte.  Es paradójico este esfuerzo para hacerte entender que no necesito que me entiendas. Que mi corazón era un pez del que un océano voraz solamente dejó la espina y lo molesto que resulta el modo en que se clava en el pecho cuando sobre él reclinas la cabeza después de acostarnos. Por qué te empeñas en dolerme de dulzura cuándo ya la última de mis sonrisas es un fósil. Lo supe en cuanto te vi, y aún así, a los cinco minutos juntos desenvainamos la noche y nos maravillamos observando el reflejo de la luna en su filo, que yo imaginaba una y otra vez deshojándote el pecho. De ese modo aprendí que tu corazón es una caracola, y el sonido que escucho cuando pongo sobre él la oreja sólo un viento sin enjarciar. No me pidas una vez más que lo articule, pues un auspicio de belleza extirpó mis cuerdas vocales. Déjalo en balbuceo a pie de calle, o en esa mano transparente que delicadamente aparta tus negros cabellos de la blanca frente. Regálame una última mirada en la que brillen dos ecuánimes lágrimas. Y deja caer al suelo el espejismo de que por un instante mi corazón en espinas había vuelto a tener branquias.