Cosas que me recuerdan a cosas
En mi soledad no hay más que peces arremolinados, cercándome.
Por eso me pongo una escafandra, y los peces se estrellan contra el cristal
igual que insectos contra el parabrisas cuando viajamos por la autopista y
vamos enumerando las muescas, como a los enemigos caídos en una batalla. A mi
me apena cuando conectas el limpia y todas esas marcas esparcidas se amalgaman
en un pegote informe, que se resiste a
desaparecer. Pienso que ese es el
modo en que actúa la muerte. Despojándonos de nuestra individualidad nos engrosa en la madeja de los que ya no están.... El paisaje se torna turbio. Nuestros ojos
discurren perpendiculares al viento. Se clavan en él como un sueño
inmisericorde. El viento sangra. Su estado natural es la hemorragia. Y yo voy
atesorándolo en coágulos que mis manitas blandas introducen en tu boca.
Atraídos por la gravedad de tu corazón se tornan sus satélites.
Con un pie en otro lado
A veces pienso que la distancia no es una mera cuestión de
espacio. El uno enfrente al otro, y tengo la sensación de que nos damos la
espalda. Te pido por favor que me arranques de este vacío en el que habito, pero
debo parecerme demasiado al chimpancé que hace señales desde su jaula. Los peces vuelven a cercarme...Es
irritante este nunca estar del todo. Este vivir con un pie del otro lado. Pero
ese otro lado no es ni lugar, ni casa. Es una región donde no se proyecta mi
sombra. Por el contrario, tu cuerpo es ese espacio que me concreta. La silueta
de la que una vez me desmoldaron. Me acuno en él como la hojita que, después de
un tiempo a la deriva, de pronto se queda varada en un meandro. Hasta que una
corriente la desliga y por el río vuelve a errar, extrañando nuevamente su
pasado en la rama.
12 comentarios:
Es irritante, pero así son las cosas. Distancia, imposibilidades, desamparo, inevitable despojo. Todas nuestras cicatrices. Abrazo.
Sí, es irritante. Sin embargo también creo que a veces defendemos nuestra insularidad a capa y espada. Como una especie de instinto de conservación que nos provoca ciertas reacciones que a veces somos incapaces de explicar...Pero bueno, son divagaciones, no más. Abrazo, Darío.
Me encanta como expresás la idea del despojo... eso de extrañar la rama. Igual, las hojas que se quedan en la rama no vuelan. Abrazos
Dos preciosidades, diría yo. Me ha gustado mucho esto de hoy, Vera.
Saludos.
Gracias Emilie por leer. Y por esa aportación. Cuánta razón, las hojas que se quedan en la rama no vuelan...Abrazos..
Gracias Jesús..Un abrazo.
Solemos ser nosotros los que nos aislamos, los que levantamos muros y los que ponemos distancia. A veces la barrera, aunque invisible, parece tan dura, intraspasable, y si alzamos la mano podemos darnos cuenta que llegamos al otro lado. Ya el contacto rompe toda red. Pero es que ese espacio es tan nuestro que tememos que alguien se afinque en él.
Bellisimo, todos estos pensamientos.
Besazo
Absolutamente de acuerdo, Sandra. Y la cuestión está en que acusamos de nuestra cerrazón a los demás. Ese contacto, el roce,...ay...Bicos, linda.
Me senté a leer con un pie en el vacío, pensé que lo había perdido... pero es entonces el viento.
Besos Vera.
El viento, siempre...Bico, María.
Una imagen, "los peces arremolinados, cercándote", que refleja hermosamente la sensación de la soledad, ese sentirse fuera y mirando.
La distancia puede ser infinita entre dos puntos juntos, pegados; y puede ser finita, ilusoria entre estrellas de distintas galaxias. Sentirse unido, pegado a otro, es tan hermoso y tan difícil, pero es quizás una de las mejores sensaciones que existe.
Hermosos pensamientos, Vera
Besos
habitar vacíos y pedir que te ayuden es dolorso pero bello
Un abrazo:...
Me sigues deleitando con tu verbo, allá donde lo terrenal es sólo una necesidad
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