Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


martes, 19 de julio de 2022

Lectura: Las malas de Camila Sosa Villada.


 

 

“Las malas”, de Camila Sosa Villada era una lectura pendiente y pospuesta. Ese libro del que lees artículos, del que te hablan y sabes que leerás, pero que olvidas, quizás porque, a estas alturas, no crees que existan lecturas impuestas u obligatorias, sino más bien te dedicas a las lecturas placenteras. Así que una huye un poco de ese “tienes que leerlo”, no porque no confíe en el criterio de la recomendación, sino que, en realidad, una también reconoce que existe cierto placer en lo fortuito, en caer en la lectura a destiempo o en un tiempo propio e insospechado. Todo esto para decir que este esbozo es, quizás, algo extemporánea, pero no haber llegado ahora.

He leído “Las malas” con fruición, entusiasmo, placer hedonista y conmoción. Lo he leído después de “Ustedes brillan en lo oscuro” -un libro de relatos de Liliana Colanzi que merece una relectura antes de hablar de él- y he sentido que los libros se daban el relevo de algún modo, aunque uno sea novela y otro relato, aunque los temas sean tan distantes. Existe cierta escritura al otro lado del Atlántico en la que la palabra se desprende de sus limitaciones, se dimensiona ya no sólo en lo poético, sino en lo extraordinario, en lo onírico. Y puedes estar leyendo una novela como Las malas, basada en la propia experiencia de la autora, Camila Sosa, y la comunidad de travestis con la que convivió parte de su juventud, y no extrañarte cuando lo onírico se entrevera con la realidad, es más, eso onirismo dota de intensidad esa realidad a la que nos transporta. La hace, de algún modo, más manifiesta.

Es a través de esa palabra desposeída de imposición que Camila Sosa nos muestra la dureza de las vidas llenas de violencias de unas mujeres que se vuelven invisibles para sobrevivir y cuyas cartas están marcadas con la derrota, su destino es la enfermedad o una muerte temprana, el oprobio de una sociedad que sólo les permite crecer a los márgenes, pero, como esas flores que a veces crecen en las lindes del camino o la carretera, son capaces de abrirse a la belleza. Esto también nos lo cuenta Camila Sosa a través de una prosa a veces desgarrada, otras delicada, incluso sutil, pero también festiva y opulenta por momentos. La narradora logra que empaticemos con la tragedia de cada uno de los personajes que nos va mostrando, pero, sobre todo- o al menos yo lo sentí así- nos hace empatizar cuando son felices, cuando se lanzan a la esperanza, cuando tejen las redes que las sostienen en su fragilidad y precariedad. Porque es a través de esa fragilidad que se abren a nosotras. Porque ahí, por la herida, es que penetra el daño, pero también la dicha.

En un libro como este es difícil obviar el patriarcado, la sociedad inquisidora, a los hombres que ejercen la violencia sobre aquellas a las que reconocen indefensas. Son muchas las formas de opresión, de burla y de maltrato. Afortunadamente, existen otros hombres, incluso hombres sin cabeza, que también contribuyen a que estas mujeres puedan ejercer la esperanza. Porque el libro, me gusta pensar, va de eso, del derecho a ejercer la esperanza. Porque es la imposición de la heteronormatividad la que crea la mirada diferente e inquisidora, pero, en realidad, todas nos parecemos mientras soñamos.