Abrir una carpeta titulada "2017" y hallar un único, solitario y triste escrito...
El Espantapájaros de Maruja Mallo
A veces pareciera que la vida
avanza subrepticiamente, un temblor que nos recorre sin asomo. Cada cuerpo una
tierra. Lo estéril, lo fértil: oscilaciones frente al vacío. Lo punible de la
propia condición.
Vertebradas de cansancios, de enfermedad, de ira. Desalojar
la tripa del vientre incorrecto. Llevar una lágrima clavada como un anzuelo. Boquear
retorciéndote dentro del cubo de un pescador, sin llegar a expirar. Vivir,
agonizar.
Y luego está esa cosa, LA GRIMA, incontinente,
voraz. Como un roedor subiéndote por las piernas.
¿Hasta dónde llega el asco?
¿Tiene, acaso, límites? ¿Cómo sacudírselo?
Nos hallamos frente a ese algo
inabarcable, sin capacidad para construir un dios que lo CONTENGA.
De una suntuosidad tal que no
tiene centro, ni espina dorsal, ni esqueleto sobre el que ponerse en pie. Tanta informidad,
tanto anhelo.
¿Se puede restañar la herida de
la locura?
¿Quién no padece la enfermedad
del viento?