Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.
Juan Ramón Jiménez
domingo, 10 de abril de 2011
TANGO (anotaciones al margen)
Cuando esta semana decidí publicar Tango, sin haberlo terminado, lo hice en parte por un afán de experimentación y sobre todo para encontrar la motivación que necesitaba para encauzar este cuento que me perseguía desde hace dos meses. La idea nació algunos meses más atrás y creo que un principio era un poco más sencilla. En realidad se trataba de un hombre muy celoso que acabaría asesinando a su propia sombra, a quien con la mirada desvirtuada de los celos acababa viendo como una presencia ajena y rival. Tenía pensado darle un enfoque más fantástico, y como me pareció que era una buena historia para un tango, me fascinó la idea de escribirlo de una forma que imitara en cierto modo el ritmo de un tango. Como durante ese tiempo por las noches estaba leyendo los cuentos fantásticos de Poe (en ningún momento estoy comparando esta narración con los cuentos de Poe, sólo indico que su lectura pudo ser determinante a la hora de elegir el narrador), comencé a escribirlo en primera persona (son muchos los cuentos de Poe en los que el narrador nos cuenta, en tono exaltado y patético, una historia que sucedió en su pasado, pero cuyas consecuencias se dejan sentir de modo fatal en su presente), y desde el primer momento sentí como el narrador se iba haciendo con ella, contándola en un tono un tanto cargante un poco lejos del que yo con el hilo narrativo en mis manos hubiera escogido. Este mismo tono cargante situa la narración en una época distinta del actual, aunque no existen referencias ni de tiempo, ni de espacio. Creo que es el lector quien tiene el derecho de trasladar la historia al espacio-tiempo que el tono le sugiera. Lo que quiero decir es que desde el primer momento esta historia se me escapó. En primer lugar me di cuenta de que hombre y sombra ya no eran la misma persona, sino dos. El narrador era, sin ningún género de dudas, la sombra. Yo no había previsto al personaje de Aníbal. A quien el narrador arroja al mundo en un burdel, que indudablemente tiene sus luces y sus sombras. Lugares de los que yo tengo conocimiento a través de la literatura y el cine, por lo que supongo que están en cierto modo idealizados y no tienen nada que ver con la realidad. Aunque en el fondo mi descripción esté hueca, me conformo con una apariencia de realidad y credibilidad. Aquí creo necesario aclarar, por si acaso existiese algún género de dudas, que la palabra “loba”, la empleo en un sentido positivo, incluso me atrevería a decir que muy positivo. Hablo aquí de una mujer sensual, pero a la vez con un natural instinto de supervivencia que envuelve y protege al débil. Madame Alberta(la loba suprema) es la única que se apiada de Elsa, a quien su familia, católica y de conducta intachable, arroja sin ningún remordimiento a la calle. Así esas mujeres que viven a los márgenes de la sociedad (igual que el territorio de los lobos está en los montes, lo más lejos posible de la mano aniquiladora del hombre), se erigen en salvadoras, y la oscuridad del burdel se convierte en una oscuridad placentaria, cálida y de ensueño. Finalmente aquel que viene de fuera es el origen del desastre (aunque ocurra a manos de Elsa, quien al cabo es el único personaje que nunca tiene oportunidad de elegir, hasta ese momento). Así es como Aníbal regresa el mundo, en lo que se podría decir que en cierto modo es su nacimiento, quizás por eso durante sus primeros años no recuerda nada de ese mundo que se quedó atrás. Lo hace de mano de otra loba. Una loba sabia y vital (vitalidad que luce en sus ojos de niño). Y con el tiempo un adolescente Aníbal regresará al territorio de las lobas, territorio que sólo abandonará de la mano de un hombre. Esta vez el peligro inherente en ese alejamiento no es capaz de advertirlo la siempre astuta Andrea, obviando que ese hombre a quien entrega a su protegido representa lo peor de una sociedad afectada y carente de vida. Entra aquí en juego el papel de una sociedad-sombra, erigida en ese hombre-sombra que acabará por engullir la estela de Aníbal. Cuya luz estalla y ciega al narrador en el momento de su muerte, condenándole para siempre a la oscuridad. La mujer (¿cómo no, si esto es un tango?) acaba por ser el desencadenante.
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10 comentarios:
En conclusión me parece una historia muy compleja y bien estructurada. Has hecho bien poniéndola en partes.
Vera, no lo pude leer por falta de tiempo. Pero tu descripción me lleva a eso de que al final los personajes cobran vida propia y dejan un poco de pertenecernos. La historia comienza con una idea y un esquema que, al final, tira para otro lado y nos va llevando a otra cosa. Es lo mágico de la escritura, esa maravillosa creación, un poco nuestra, un poco autónoma, que va haciendonos cambiar a medida que vamos avanzando. Te recomiendo que leas "La práctica del relato" de Angel Zapata. Un abrazo, colega.
A posteriori puede parecerlo Hombre de Alabama, pero en realidad yo sólo me he dejado llevar por el narrador sin tener las cosas muy claras. Lo que me ha hecho reafirmarme en esa convicción que tengo de que hay alguien que en la oscuridad trabaja para nosotros...Gracias por pasarte tan a menudo por aquí. Besos
Maia, eso de lo que hablas es lo que me entusiasma en mayor medidad del hecho de escribir y es lo que hace que últimamente tire del hilo de cualquier idea aunque no tenga ni idea de donde me va a llevar.Esta la acabé por empeño y pura testarudez... Escribir es como un amor, como un viaje...Una aventura.
Buscaré el libro de que me hablas. Besos
Para mí es un viaje, y lo mejor de todo es que no hace falta preparar maletas, odio preparar valijas, por eso siempre que me voy de viaje me falta ropa. Cuando uno escribe puede llevarlo todo en su propia cabeza al precio irrisorio de la imaginación. Es fantástico ! Claro que como todo, tiene su precio: el precio de la frustración, la terquedad, la paciencia y el empeño. Es un viaje obsesivo por descubrir esas zonas no turísticas, donde se encuentra la vida misma. Me excedí, pero estoy segura que lo comprenderás. Me pasa cada dos por tres, eso de excederme digo.
Besos,
Pues te ha salido fantástico. Dejate llevar, dale manga ancha a tu pluma y sigue deleitándonos con tu escritura.
Un beso Vera
Maia, un viaje del que uno nunca sabe el destino....por eso es tan excitante y a veces fustrante. Cuando viajo no me gusta guiarme por los mapas. En cuanto a las valijas me pasa como a tí. Y no te preocupes, no te excedes (estás ante la reina del exceso...).Todos tenemos necesidad de las impresiones de los otros y me gusta ver que lo vivimos de un modo parecido. Biquiños
Carmela, siempre son muy generosos tus comentarios. Seguiré tus consejos (en parte no puedo hacer otra cosa. Cuando uno deja salir las palabras, es como el océano un constante devenir) Tu entrada de ayer estuvo divina.
Un abrazo
Vera, cuándo me conozcas un poco más, veras que nunca digo nada que no piense, prefiero callarme si no lo creo. Así que sigue escribiendo!!!!jajaja
Un beso
Tu sinceridad se hace patente a través de tus comentarios y tus entradas. Quizás me he expresado mal. Cuando hablaba de generosos me refería más bien a que me resultan positivos, lo que siempre es de agradecer.
Un beso grande
Si bien, en ocasiones tuve que volver a leer los textos, a veces los leí demasiado rápido y al rato tenía que regresar para confirmar datos, hay algo que decís y que ya me había "trastornado" con la lectura, y que fue, la falta de estabilidad del concepto "narrador", o, si se quiere la difuminación del narrador.
Esto es, lo que me pasó, es que perdí la noción de quién narraba. Y eso es lo que me llevaba a un constante ir y venir textual, flashbacks, que le dicen,
Beso
Supongo que la identidad del narrador se difumina hasta llegar a los dos últimos capítulos en los que vuelve a encarnarse en su personaje. Me cuesta bastante tomar distancia con lo que escribo, así que dejaré pasar el tiempo para releer el cuento y pulir las posibles incoherencias argumentales, que deben ser abundantes pues los dos últimos capítulos los escribí a botepronto...
Beso para tí
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