La imagen es un regalo de mi amiga poeta Noelia Palma
De lo que nadie habla es de que cuando alguien se muere, una
tromba de pájaros negros irrumpe volando a través de su pecho. Yo los vi cuando
él definitivamente se fue. Los vi surgir de su cuerpo, y precipitarse a través
del cristal en el que ya se esbozaba la noche. Recuerdo mi asombro cuando el
cristal no se rompió, pero tampoco les impidió el
paso, como si fueran aquéllos “pájaros
del espíritu”, y creo que de ese modo como siempre los pensé. También vi como iban a
posarse en el árbol del jardín. Sus ojos amarillos centelleaban a través de las
ramas, y los pude sentir fijos en mí, acariciadores, del mismo modo que el aire
debe sentir el polvo que sobre él se desmigaja en motas de luz, cuando el sol entra en
una habitación. Quizás estos pájaros del
espíritu tienden a alejarse hasta que encuentran el primer árbol, y en él anidan.
Pero ocurrió que en este caso el primer árbol está en el jardín de nuestra casa.
Los días siguientes a su muerte fueron tan ajetreados e
irreales que apenas volví a pensar en los pájaros. Las visitas de condolencia
no dejaban de sucederse, y yo únicamente deseaba que el funeral pasara ya, y
así poder reflexionar con calma en todo lo que había acontecido, y poder
dolerme en la libertad que entraña la soledad. Cuando todos por fin se marcharon,
incluida mi querida hermana a la que tuve que convencer con una sonrisa mal
dibujada en la boca de que estaría bien y que no cometería ninguna locura, subí hasta mi cuarto y dejé
que las lágrimas arreciaran al tacto de mi cama. No podría explicarlo, sólo
deciros que las sábanas dolieron. El olor a limpio, el frescor, su tersura, se
volvieron punzantes. Alguien había retirado aquellas otras sobre las que él
había expirado, y con un presentimiento fatal corrí hasta las ventanas, y pude ver
como jugaban con el aire, ya limpias, en el tendal. Y tristemente pensé que su olor ya había desaparecido definitivamente de todos nuestros juegos de sábanas.Entonces fue cuando por primera vez me admiró
la presencia de aquellos pájaros negros sobre el árbol, que bajo la luz del sol
parecía florecido de extraordinarios frutos color azabache. Al verme los
pájaros se quedaron inmóviles, y me observaron con una expresión en los ojos que
me pareció reconocer. Aquella expresión me hizo sentir confortada, y de modo
casi inmediato enjugó mi llanto. Me tomé una pastilla y me dormí. Pero en medio
de la noche abrí los ojos y me encontré de nuevo con los pájaros negros que
permanecían apoyados en el alfeizar de la ventana, observándome como si
hubiesen venido a velar mi sueño. Y con esta impresión volví a caer en la negrura de la inconsciencia .
Durante una temporada apenas salía de casa, y
aunque yo le
había pedido a la mayoría de mis amigos que me dieran un tiempo y que
todavía no
vinieran a visitarme, jamás me sentía sola. Me bastaba la presencia de
los
pájaros negros vigilando mis movimientos de una habitación a otra a
través de las ventanas que a conciencia yo dejaba abiertas,
festejándome con alegres graznidos cada vez que yo salía al jardín. Sólo
de vez
en cuando recibía la visita de mi hermana y la de Carlos, el mejor amigo
de
Juan. En las primeras ocasiones acudían los dos juntos, pero pronto
ocurrió que
Carlos comenzó a venir solo con bastante frecuencia. La verdad es que
Carlos
siempre me había parecido simpático, y realmente me conmovieron y llegamos a intimar en sus intentos
por animarme.
Cuando regresé a mi rutina los pájaros negros me acompañaban
a diario volando sobre mi cabeza durante el trayecto al trabajo. De una forma extraña su
presencia me hacía sentir segura. También me aguardaban a la salida para acompañarme
de vuelta a casa. Pero una tarde los eché en falta, y por un instante temí que
hubieran desaparecido para siempre. Así que nerviosa me precipité hasta casa.
Allí estaban, vigilando mi llegada desde el árbol del jardín. Y cuando subí a
mi habitación a dejar mis cosas, me encontré sobre la cama una algarabía de
flores silvestres que los pájaros habían reunido para mí, aprovechando que como
ese día hacía calor me había dejado la ventana abierta. No podría explicar mis
motivos, pero de inmediato me desembaracé del vestido, me quité la ropa
interior, y desnuda me sumergí en ellas. Me embriagó el aroma y el tacto de las
flores y comencé a tocar mi hambriento cuerpo, pensando en cuánto tiempo hacía que no recibía
caricia alguna. Me masturbé con paciencia y esmero, del mismo modo en el que el
amante aplicado hace el amor. Podía sentir como los ojos de los pájaros
negros seguían con avidez el dibujo que sobre mi piel describían mis manos, y
sus graznidos arreciaban con el embate de mis dedos. Pero en vez de hacerme sentir incómoda, podría
decir que su presencia me excitaba.
Durante un tiempo los días continuaron iguales. La
única
novedad es que Carlos venía más a menudo por casa. Me traía bombones,
porque
sabía del gran placer que encuentro en el chocolate. O la excusa era que
alguien
del trabajo le había regalado una botella de vino y le parecía
desaprovecharla el hecho de catarla en soledad. En esas ocasiones
enseguida lo tenía posicionado en mi cocina
improvisando una deliciosa cena. Cosa que yo le agradecía porque nunca
me ha gustado demasiado cocinar. Cada vez que Carlos se presentaba yo
podía sentir un revoloteo de plumas inquietas entre las ramas del árbol. Revoloteo
que
sería imperceptible para cualquier otro ser humano, pero en aquellos
momentos
yo estaba ya muy sensibilizada a la presencia de los pájaros. En aquel
movimiento me parecía intuir un empeoramiento en el estado de humor de
los
mismos, pero procuraba no darle importancia, puesto que las visitas de
Carlos
siempre me placían. En una de aquellas noches en las que nos habíamos
excedido
en la cantidad de alcohol, de un modo que no podría precisar, Carlos y
yo nos
encontramos en mi habitación, desnudos, haciendo el amor. Entre besos él
no
paraba de mascullar que siempre me había amado, palabras que tenían la
extraña
particularidad de provocarme la risa. Él no pareció ofenderse, puesto
que debió
atribuir aquella hilaridad al exceso de alcohol. Mientras disfrutábamos
del
sexo yo podía sentir como los pájaros negros se agitaban sobre las
ramas, aunque era consciende de que, por una especie de precaución, no
habían venido a asomarse a la ventana abierta.
Sin embargo sus graznidos me parecieron amenazadores, incluso violentos.
Y como
si de algún modo quisieran impedir lo que estaba sucediendo parecían
amalgamarse con nuestros gemidos.
Por todo ello cuando días después me comunicaron
que Carlos había
aparecido muerto en la calle debido a las numerosas heridas de algún
arma blanca, arma que la policía no había
podido identificar, me causó horror, pero no excesiva sorpresa. Durante
las
noches me acompañan en la oscuridad las cuencas vacías de los ojos de
Carlos,
cuyas pupilas habían sido arrancadas con ensañamiento por sus asesinos.
Los
pájaros negros, conscientes del efecto devastador de sus actos, se
mantienen en silencio y a
distancia. Hasta esta misma mañana en la que vendrán unos operarios a
talar el
árbol, y se lo llevarán muy lejos. Tal vez para que forme parte de una
mesa o
lo transformen en silla. Y entonces los pájaros negros volarán para
anidar en el árbol del olvido. Reconozco que siento una especie de
ansiedad acerca de
lo que sucederá después, cuando por fin esté definitivamente sola. Como
tendría
que haber sucedido después de su muerte.
12 comentarios:
Tu forma de narrarlo es delicada y dramática, aunque este relato bien podría ser el argumento de una peli de terror.
Ahora parece que veo a esos pájaros por la ventana, y tengo miedo de dormir y que al despertar sigan ahí.
Un beso, Vera!
Es verdad lo que dice Amanecer. Es un buen argumento de película. Pero también recuerdo a mi abuela, que veía en los pájaros que venían a su casa, primero a su hija (mi madre) y después a su esposo (mi abuelo), y esa visión es una visión un poco más tranquilizadora que estos pájaros aterradores.
Abrazo.
Me ha gustado tú relato.
Feliz fin de semana.
Un saludo.
A mí en cierto modo me sorprende el modo en el que cierta voz narrativa se impone, aun cuando la historia podría habar sido ditactorial e imponer otras formas. Y aunque el tema es bien oscuro, hay algo en mí que tiende últimamente hacia las suavidades. No sé si podría ser que se dilucida en mí algo parecido al estilo, o al encasillamiento. Y bueno, yo escribía, por lo que estaba tan dentro de ese frenesí narrativo que no me dio mucho tiempo a pararme, pero supongo que sí, esos pájaros negros dan pavor...Bicos, meniña. Graciñas!!
Y en realidad, Darío, en un principio ve en los pájaros algo positivo. Aunque yo a posteriori intuyo una metáfora en la historia y es el peligro de estancarse en las tristezas. Necesitamos un tiempo para lamentarnos, pero también se corre el riesgo de que la tristeza se vuelva ditactorial, y no podamos continuar con nuestras vidas. Y un poco continúo el hilo del último relato, ese deseo de posesión del otro que en un último extremo toma forma violenta...Abrazos
Gracias Disancor. Que pases lindos días. Bico
Desasosiegas como nadie.
siempre tiendo a extraer algo del texto sobre todo cuando es narrativa (son mañas mías) cosas que si las separo dicen demasiado también. mirá: Y entonces los pájaros negros volarán para anidar en el árbol del olvido
se me viene a la cabeza lo que decía Borges en un poema: sólo una cosa no hay: es el olvido.
sacando eso, en referencia al texto narrás limpio,
hay presencia, sí.
vos me entendés.
El dolor adopta curiosas formas. Muy bueno.
Saludos.
garcía márquez + hitcock...
pero es vera quien escribió esta maravilla.
besos*
Me ha impresionado gratamente este relato. Es el primero que te leo.
La verdad es que es inquietante, sabes transmitir muy bien el dolor de la pérdida, las ganas de soledad, y cuando el cuerpo es sabio y se deja llevar por las ganas de gozar, de vivir.
¿que representa la figura de los pájaros? ¿la conciencia?
creo que este relato se merece una segunda lectura mucho más pausada.
Cuando de esa tristeza (pájaros negros), despejas la amistad, empiezan a ser devorados todos los enemigos (pesadillas)...solo queda el voyeur que sueña orgías en cada esquina.
Un beso y otro para Noelia por la foto
Publicar un comentario