Yo a principios de 2003 en Los Jameos del Agua, Lanzarote
Hoy encontré esta carta que escribí en 2001. No sé porque la publico en el blog. Quizás un poco porque me entró cierta nostalgia de lo que yo era en 2001. O quizás por presentarles a aquella que yo era, y las cosas que cruzaban mi mente hace algo más de 10 años, y de paso recordarlas yo misma.Quizás por desentrañar cuánto de verdad hay en una carta. O cuánto de mí misma había ya en aquella que yo era....
Sobre el
cristal las nubes, tras él las máquinas emiten sus voces que el recuerdo de una
película aúna en una canción. Ya nunca podré escucharlas sin pensar en Cvalda,
pero sobre todo en Selma (porque como te dije para mí Björk es Selma, al menos
hasta que ella lo desmienta) y por supuesto en ti.
Hoy Sara surgió tras una columna (al menos era lo
que ella pretendía) como una lágrima de carne. Antes había pensado en pasarse
por tu casa para dejarte una señal, dejarse caer como las huellas de Carlota,
pero a diferencia de esta poniendo cuidado de que ninguna guitarra las fuese
borrando. Con su mismo pañuelo rojo Verónica, por primera vez, se siente como
verdadero origen de ellas dos y tiembla. Algo de lo mismo debió sentir dios
cuando vio a Adán moviéndose por entre los árboles del Edén (adán, edén, idín,
odón, udún). Me pregunto si morderán la manzana o si cuando ya sean más
construirán una torre de Babel para huir del papel al que las he relegado.
Entonces yo confundiría sus lenguas y leer sus historias sería algo como
resolver quebrados durante el duermevela.
Algo que debía ser un sueño. Los cimientos
arrepiando, la explosión por encima de sus cabezas, el calor abriéndose paso
desde los mismísimos infiernos...
Embocando la salida que no era tal si no un acceso a otra salida que no
era tal si no un acceso a otra salida que no era tal si no...... Aquello de
verdad tenía todas las trazas de ser un sueño. Se topó de frente con el rostro
de alguien y no era ya un rostro si no una hoja blanco buscó en el bolso un lápiz
con el que escribir la palabra MIEDO pero el bolso se había quedado colgando de
algún pasamanos. Cuántos peldaños habría bajado, sus piernas protestaron
“despierta ya, no pensamos movernos”. Pero le costaba despertarse. Lo único que
se puede hacer en estos casos es seguir las premisas del sueño. Vio una ventana
algunos sueños acaban así en una vertiginosa contracción. Retrocedió
angustiada pero una voz al borde del delirio la empujó. Así
fue como se precipitó desde el piso 62.
¿Qué otra cosa puede hacer que alguien se arroje
desde semejante altura, por mucho que el edificio esté en llamas, a menos que
crea estar dentro de un sueño? Los hombres no tenemos alas. Y no creo que
pensasen en una mano recogiéndoles en
su caída a no ser que esa fuese un despertar bien mullidito. O en
realidad todo esto me lo estoy inventando por no deshojar la flor mustia de su
desesperación.
Ese algo que convierte una mosca bailando en el
canto de la taza, en tu cabeza tras los barrotes subiendo las escaleras del
Áncoras. Pero puedo afirmar que a pesar de estas confusiones soy capaz de
reconocer el sonido de tus pasos saltando por encima del hilo musical. La
espera agudiza los sentidos. Primero una
nube informe de ruidos. A ratos la voz de la cantante parece desperezarse hasta
que por fin obtiene esa consistencia ocre del idioma portugués. Las palabras de
los otros se recortan como un enjambre de avispas. Finalmente tus pisadas caen
blandas sobre los escalones.
Si pudieras ver el reflejo de este cielo... Los molinos cortan el aire sin aspavientos.
Inconscientes de estos otros que en el cristal imitan sus movimientos, tan
cerca de mí como lo están las nubes en los charcos. Pocos conocen la tarea que
acometen. Darle forma al viento..... Casi como soplar el cristal. Hilanderas
incansables, sus dedos atinan desvistiéndole de lo que le sobra, si no fuese
así éste caería a sus pies y el rostro
frío golpeando la tierra.
Un grupo de tres recuerda a las míticas parcas.
Pienso en los destinos que sin saberlo estarán tramando.
Como ese motorista al que veo barrer el capó de un
coche. Derribado, un camión evita su
cuerpo de una frenada. Le veo levantarse y trastabillar hasta la acera más
próxima. Se sienta aferrándose a una pierna, en el rostro una mueca dolorida
aguarda que las gentes acudan en socorro.
Evito curiosear y en casa le cuento a mi madre eso
que apenas se sostiene ya. Las palabras dejan de narrar hechos para ser
PALABRAS, sin más, por bulerías.
Por eso cualquier ficción tiene la misma
consistencia de lo real. Como aquel episodio del “Pequeño Cid”, en el que
teniendo hambre se sienta ante una mesa
vacía, recreándose en la degustación de los más exquisitos manjares que
la imaginación le sirve. Claro que al rato el pobre está más hambriento si
cabe. Lo mismo ocurre con los libros, que uno sale a la calle más hambriento de
vida.
Porque la vida por si misma nos harta sin apenas saciarnos. Y los
libros nos dan la oportunidad de
desprendernos de esa nuestra vida que es a la vez mortaja y asesina de todas aquellas otras vidas. Penosa
carga la individualidad. ¿Cuándo surge? ¿Cuándo el hombre deja de ser uno con
el aire? . Supongo que en algún rincón de la infancia, como ponerse el delantal
del colegio no vaya a ser que uno se manche con las pinturas la ropita que a
nuestros padres les suda tanto la frente. En definitiva que los libros hacen
menos penoso eso de ser uno e impide que nos conformemos presentándonos
situaciones que nos impulsan a encaramarnos al cielo.
El amor también lo hace menos penoso.
Que cada vez que leo a Julio me desgañito deplorando
mi vida. Y a veces nos parecemos a sus personajes y cuando escribimos los
encarnamos tontamente.
Me justifico porque el mundo que nos rodea no es la
mejor circunstancia. ¿Cómo compararlo con un mundo en el que Julio es dios? Y el
verbo se hizo carne. Puede que vivamos atrapados en la ficción de alguien. Y
para ese alguien sólo seamos eso que una vez se le ocurrió. Por eso el mundo va
como va. Porque es una ficción que a alguien se le olvidó encauzar. Y lo que es
peor, pensar en todos esos personajes
que alguna vez hayan salido de nuestras mangas quizás errantes por un mundo con
menor consistencia que la tinta y el papel. Y Sara y Carlota que no son más que
dos voces sonando dentro de una botella vacía. Qué puedo decirles. Cómo disculparme.
Supongo que el único modo de redimirme es dándoles una historia.
Y ahora debería empezar.
Carlota, el pie en el aire. En ese intervalo que le
separa de la acera la imagen fosforescente de una mujer atropellada por las
prisas del conductor. Siempre al apearse del autobús la misma historia
dibujándose en los talones de aquello que había escuchado a través de la radio.
Sentía como era su cuerpo el que se
astillaba bajo las ruedas.
Regreso a casa, cuesta arriba. Alejada de todos aún
antes de marcharse el desnivel habría
aumentado con la ausencia. A nadie
quería ver, allí estaba sin embargo, las manos enrejadas al muro.
Hacia el mediodía tendían las sábanas y su perfume
amable entibiaba las reprimendas de la abuela y tía Celia. Ya por entonces sabía
Carlota que no les gustaba, al menos como les gustaban la prima y los demás
primos. Los azotes se repartían en
desigual proporción lo cual ella misma achacaba a su carácter endemoniado.
10 comentarios:
me pregunto qué sería eso que ya no se sostenía.
somos una carta, creo
besos, vera*
Te juro Silvia que yo también me pregunto qué sería. Está claro que aquello que en 2001 nos desvelaba, en 2012 es algo anecdótico, e incluso olvidado. Pero ocurrió que andaba maravillada escaneando unas cartas de nuestro querido Julio a Alejandra, y recordé que conservaba esta mía en mi ordenador. Por aquellos tiempos yo estaba enamorada de un chico que vivía en mi misma ciudad, y a pesar de eso nos escribíamos todas las semanas, y la verdad es que me entró nostalgia de escribir cartas, hay algo que se soslaya en ellas que...Bicos, querida!!
Linda carta...
Que bueno que hayas encontrado esa carta y la hayas expuesto acá y te hayas expuesto un poco más. Muy buena el mundo no es tan malo, es mejor de lo que parece y tal vez haya que entenderlo o buscarle una explicación como Julio la encontró y pudo disfrutarlo y hacerlo más vivible.
abrazos totales.
Fue lindo recordar, Darío...
Yo creo que no, Guantes de Lana, que al menos mi mundo no es tan malo. Y aunque reconozco que soy una persona que tiende más hacia la felicidad que hacia la amargura, a veces tengo siento inclinación a dramatizar, pero más que nada por darme importancia...Sin embargo estaba tratando de recordar las circunstancias de mi vida en aquella época, y bueno, la verdad es que mi gran amigo se murió de manera inesperada a finales del año anterior, y probablemente yo reventaba de rabia con respecto al mundo, porque aquella fue la mayor pérdida de mi vida. Aunque creo que en ningún momento llegué a perder la buena cara, porque a veces que las cosas mejoren depende de la perspectiva...Eso sí, recuerdo que de aquella quería parecerme a los personajes de Cortázar(je, qué locos son los veintitantos...), y me pasaba la vida intentando hablar argentino!! Bicos...
Pero qué linda has sido siempre, Vera. En todos los aspectos.
Moitos bicos.
es curioso tu entrada me hace pensar si yo tendría el suficiente valor de volver a leer una carta que escribí hace 11 años y si me gustaría hacerlo.
pienso que no,por eso me ha gustado mucho tu entrada.
besos.
Tiene que ser una experiencia leer algo que escribiste hace diez años y ser capaz de entenderte y entenderlo. Yo no hace tanto que escribo, al menos que escribo siendo yo misma, así que tendré que esperar unos cuantos años para saber qué se siente.
Un abrazo
A lo mejor lo que ya no se sostenía eran las ganas de tener esa coraza de inmortalidad que tienen los personajes de Julio. Me refiero que todos nos hubiera gustado, a cierta edad, dejarnos ser en la prosa de Julio, sin temor del destino. Y la realidad a medida que crecemos nos dice que conviene ponernos en guardia; el problema que, generalmente, nos damos cuenta después de que recibimos los golpes, no?
Lo que sí podemos ver es que la inquietud de la “pequeña Vera” tenía como destino el verbo. Tenemos suerte de que dejes crecer todo lo que te brota en palabras, porque encontraste tu lenguaje.
El gesto de compartir tu carta es como darnos la mano. Nos deja más cerca.
Saludos, Vera!!
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