A veces me pregunto
en que lugar del camino
se quedan las mujeres
que algún día fui
Aquella que sembraba vientos
en el interior de un reloj de arena
Aquella que amaestraba heliotropos
para que actuaran como leones en el circo
Aquella de innumerables máscaras
pero ni un solo rostro
Como diría una voz amada
la niña que vivía en un tiovivo
A los dieciocho amé a un poeta
Amar a un poeta está bien
Es un ser de agua que se te escurre
entre los dedos
Hice un cuenco con mis manos
pero al final
él sólo fue eso
Agua estancada
A los veintiocho me enamoré
de un contador de historias
El puso tierra
en mi sexo
en mis ojos
en mi boca
le dio peso a mi cuerpo
e invistió de carne mi cintura
A los treinta y cuatro me sorprende
haberme dejado todas las puertas abiertas
Batiéndose
Es el aire que nunca pide permiso
En el centro del hogar
late una pequeña llama
que con tiento
he ido cultivando
De pronto sé
porque todas mis puertas
permanecen todavía abiertas
Lo olvidaba
Nunca se dio fuego
sin aire
10 comentarios:
Pos se te ve preciosa, así, en el viento, todas las puertas abiertas...
Qué lindezas dices...
Al menos tú lo tienes claro. No es nada habitual.
Al escribirlo parece que así es Alabama....
"...nunca se dió fuego sin aire..."
I M P E C A B L E
Precioso Vera, y una bellísima imagen. Una llama serena, cuidada y mimada por ti. Abierta y presta para arder cuándo llegue el buen viento.
Un beso
Es verdad Emma. Curioso que de ciertas cosas evidentes, a veces ni nos damos cuenta...
Beso
Carmela, quizás esa llama es lo más precioso que tenemos, esperemos que no llegue el día en que definitivamente se apague...
Bico
"Qué maneras tan hermosas de recordar tiene uno..."
Esas mujeres, todas, habitan en tí. Esa niña que juega con el aire, con el fuego y con la vida. Divinamente escrito.
Sí, Maia, al final todas acabamos siendo muchas mujeres, unificadas en una.
Un beso
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