Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


domingo, 26 de febrero de 2012

EN LAS RAMAS

Desconozco la autoría de la imagen



Jugábamos juntos a regresar  a los árboles. Trepamos a sus ramas y obviamos la ventaja que nos concede el dedo prensil. Oteábamos la primavera y siempre éramos los primeros en sentirla llegar. El aire que trae a la primavera huele distinto, y era nuestro olfato el que nos advertía de su presencia. La recibíamos golpeándonos el pecho y propinándole al cielo alaridos de júbilo. Rechazamos el lenguaje que heredamos de nuestros padres. Nos comunicábamos a través de sonidos guturales, voces inarticuladas. Para decir “te amo”, llevabas mi mano hasta tu corazón, y la obsequiabas con un cálido latido. Para decir “te deseo” toda la humedad subía a tus ojos y yo podía ver tu vulnerabilidad en un fondo de sal. Igual que pájaros acompasábamos los movimientos de nuestros cuerpos al mecerse de las ramas en el regazo del viento. Hacíamos el amor en consonancia con la naturaleza. Desaprendimos el transcurrir del tiempo. Y cuando por fin lo logramos nos dimos cuenta de que no existe diferencia entre un instante y la eternidad. La noche siempre sucede al día, y el día siempre sucede a la noche. Qué sentido hierático puede tener medir esta alternancia. La vida es un constante deambular entre el surgimiento y la aniquilación. Todos somos como flores que se abren al sol y se mueren con la helada. Quizás por ello polinizábamos de caricias los rincones del otro, hasta los más recónditos y los prohibidos. Con el tiempo perdimos el miedo a caernos que nos atormentaba en un principio-no dolería la caída de aquellos cuerpos sembrados de pétalos-. Cuando eso ocurrió nos volvimos ingrávidos, y comenzamos a cantarle al alba como si fuéramos pájaros. Aparte del lenguaje que nos habían enseñado, también olvidamos el origen de las cosas, e inventamos un nuevo génesis. Cada estrella del cielo era concebida por nosotros durante el orgasmo. Nuestros gritos alzándose en la noche las colocaban con dedos cuidadosos en el lugar correspondiente. Nadie podría decir que las formas de las constelaciones no fueran aquellas que nosotros antes hubiéramos soñado. De nuestras sonrisas se escapaban mariposas. El tronco del árbol en el que vivíamos a veces aparecía cubierto de ellas. Nada poseíamos aparte de la piel, y aquello era suficiente. En la piel suceden todos los milagros. Incluso la piel se hace música cuando cae sobre ella la lluvia. Y a veces, el uno en el otro éramos sólo eso, música lloviendo en el silencio.
Pero un día, no sé ni cómo, ni por qué razón, nos encontramos con que habíamos bajado del árbol. No resultó desagradable el tacto de la hierba bajo nuestros pies, pero después sucedió que el camino que anduvimos estaba lleno de piedras. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, caían hasta el suelo, e iban a sumarse al número de piedras. Me tomaste de la muñeca, y  yo sentí un escalofrío al comprobar que me estabas asiendo con tu dedo prensil. Entonces supe que no habría un retorno juntos al árbol. Porque cuando quise hablar me percaté de que me faltaban palabras para decirte aquello que siempre te había dicho de un modo tan sencillo. Porque nuestro lenguaje siempre había sido un hilo partiendo de mí para ti, y de ti para mí. Y al bajar del árbol el hilo se había roto, y de nuevo las palabras se hicieron necesarias. Así que cayeron a nuestros pies, como plomo, las hermosas alas que habían brotado a nuestros costados. Y volvimos a ser parte de aquel desatino llamado humanidad. El mar sin olas donde se diluyen las personas. Y quise gritar, pero los gritos nacían en la garganta y no en la entraña. Y entonces tiré con fuerza y desanudé mi muñeca de tu dedo prensil. Corrí y corrí e ignorando tus gritos trepé de nuevo al árbol. Estuviste al pie, noche tras noche. Argumentando con millones de insuficientes palabras los motivos que había para que yo bajara. Pero me di cuenta de que el motivo fundamental lo habías olvidado, pues en ningún momento hiciste el ademán de subirte. Por lo que a la primera jornada de lluvia te fuiste para no volver. Desde aquel momento continúo sola en el árbol, tratando de desaprender las marcas que dejaron en mis talones las piedras del camino. Preguntándome por qué alguna vez los hombres bajaron de las ramas de las árboles para comenzar a caminar sobre dos patas. Bien podrían haberse quedado sobre ellas, mirando la noche, y esperar el momento en el que brotasen de nuevo las alas que se esconden en sus costados, para echarse a volar. Y mientras esperan acompasar sus cuerpos al balanceo de las ramas en el regazo del viento, y soñarse pájaros.



19 comentarios:

Axis dijo...

Y así fuimos perdiendo cada vez más y conocimos el dolor de lo que no tiene retorno...

Hermoso Vera,
a la vez que conmovedor,
tanto que empecé a lagrimear,
por ese lenguaje amoroso
que fue haciéndose más difícil
recuperar o en todo caso de hallar naturalmente...

Besos en flor.

Amanecer Nocturno dijo...

Madre mía Vera, has conseguido emocionarme con esta historia tan llena de amor y metáforas y dolor, mucho dolor.

Me quedo con la frase: "Y a veces, el uno en el otro éramos sólo eso, música lloviendo en el silencio."

PD: El final da mucho miedo.

Un beso.

Darío dijo...

Este texto es maravilloso. Inmediatamente pienso en dos cosas:

1)Un amor original, impoluto, inexpugnable.

2) Vos, escritora, de regreso a tu esencia.

Te reconozco en las palabras, tu escritura de hoy, anda por las ramas.

Me maravillaste.

bosquedebambú dijo...

Hola Vera, vengo siguiendo tu blog desde hace un tiempo y te quería decir que me encanta cuando inventas relatos-poéticos como el que acabo de leer. En particular este último me ha parecido fantástico. Por favor, sigue escribiendo relatos y poemas al menos al 50%. Creo que tienes una mano especial para escribir y en particular para imaginar y narrar. Besos. BdB

çç dijo...

Soñarse pájaros. Ramas que acunan esos sueños. Sueños que tocan la raíz del alma y resuenan en el hormigón templado de nuestra vida. Tal vez más cerca del cielo de lo que pensamos Irmanciña.

Bicos.

Manuel R. dijo...

Me ha encantado. Es poético y está lleno de metáforas, de un segundo texto oculto maravilloso.
Un abrazo de otro "cortazista" irredento.

Crista de Arco dijo...

Te juro que me hiciste acordar a esto (Mi película preferida de todos los tiempos)

http://youtu.be/wY8uDNkOLHM

Un beso o 2 #

Crista de Arco dijo...

Corrijo, éste es el enlace:

http://youtu.be/ineOZYEJfgY

vera eikon dijo...

A medida que perdemos la inocencia, necesitamos formas más sofisticadas para aprehender la vida y el amor. Es como si la piel nos fuera menguando, y el corazón se nos fuera achicando con ella. O quizás, lo peor, e sentir que nuestro corazón es inmenso para una piel tan pequeña....Ay, querida Axis, a veces creo que todos repetimos los mismos pasos, que cada hombre o mujer es el resumen de todos los hombres, o de todas las mujeres. Sin embargo, ¿por qué no a todos nos duelen las piedras del camino??
Un beso, querida amiga. A veces tengo fe de que en un recodo del camino todo vuelva a simplificarse, y podamos asir por fin lo esencial....

vera eikon dijo...

Parece que los sentimientos más nobles nunca están exentos de dolor, y por lo tanto aquello que nos emociona, o nos resulta bello tampoco. Escoger las ramas de los árboles es una opción vital que está fuera de la lógica. Sostenerse en el balbuceo, en el lenguaje anterior al lenguaje, saber que son necesarias demasiadas palabras para decirle al otro lo que podríamos decirle con una caricia. He intentado dirigir todas mis palabras hacia alguien, y a medida que lo iba haciendo, más nos hemos ido alejando. Quizás, todo podría haberse resumido en ofrecerle mi mano para que subiera conmigo al árbol....Vaya, parece que me he puesto melancólica.Bicos a moreas, Amanecer Nocturno

vera eikon dijo...

Joven llamado cuervo:
-Lo que dices en 1 es la columna vertebral del texto, y en realidad la columna de mi propia vida. A veces me resulta tan ilusorio apoyarme en eso, porque su sustancia es como la de los sueños, o la de las nubes, y me parece inevitable la caída. Creo que en esta contradicción se cimenta mi desubicación de estos últimos tiempos.
-Y después de lo referente a 1, es obvio que textos como este son lugares seguros para encontrar a esa misma que a veces niego. Aquí es donde me siento libre y a mis anchas,con las alas extendidas, y eso que me parece inaprensible, e ilusorio adquiere la consistencia cadenciosa de la palabra. Y por un momento retorna a mí la fe....
Gracias por tus palabras.

vera eikon dijo...

La verdad Bosquedebambú, que yo hallo un inmenso placer en escribir prosa, e incluso tengo la impresión de adentrarme en un mundo que no me pertenece, lo cual lo convierte en algo todavía más satisfactorio. Escribo como quien explora. Sin embargo, es como si hubiese una puerta secrete que me lleva a ese mundo, y no siempre puedo hallar la apertura. Quizás es que últimamente no he buscado demasiado por ese lado, pero tus palabras me animan a seguir tanteando...Besos!!

vera eikon dijo...

Porque quizás el cielo está en nuestro interior, hermanito. Quizás tenga mucho que ver con los ojos del corazón, y con los bosques que habitan su mirada. Es a esas ramas a las que deberíamos amarrarnos...Bico, irmanciño, bico tamén para a irmanciña de ollos ultramarinos(que eu xa a sinto como tal...)

vera eikon dijo...

Es maravilloso saber que el mundo está lleno de amantes de Julio, M. Cuando nos tropezamos concebimos la esperanza para ese niño que llevamos dentro. A Julio se llega con ese resquicio de la mirada que todavía permanece inocente, impoluta. Y por eso mismo lo abrazamos con el corazón. Tienes razón en lo del segundo texto. Me alegra que lo hayas percibido...Un abrazo

vera eikon dijo...

Lo veré cuando esté en casa, Eleanor. Me alegra haberte recordado a algo que tanto significa para ti. Besos!!

Tuky dijo...

Tal como empezó Amanecer nocturno su comentario: “Madre mía Vera!!”
Que me hiciste viajar de las alturas a las piedras ida y vuelta.
Que talento mi querida, me llenaste el corazón de poesía y me dejaste la boca haciendo “puchero” (no sé si en España se dice igual, pero “puchero” es cuando los nenes pequeños doblan el labio hacia abajo en señal de tristeza)

me guardo el verso: “Para decir “te amo”, llevabas mi mano hasta tu corazón, y la obsequiabas con un cálido latido. Para decir “te deseo” toda la humedad subía a tus ojos y yo podía ver tu vulnerabilidad en un fondo de sal” y el inicio magistral “Jugábamos juntos a regresar a los árboles.”

bicos!

Carmela dijo...

Música lloviendo en el silencio.
Una maravilla de relato Vera.
Un beso

Unknown dijo...

Un texto poético, entrañable, las vertientes del amor vistas con una inmensa ternura.

abrazo.

Anónimo dijo...

me reitero en el comentario anterior. Me encanta tu prosa poética y envidio la riqueza de tu lenguaje. Yo hoy he empleado el verbo polinizar: es curioso