Ante el espejo
el pelo ensortijado
la mirada miope y cansada
el cuervo de mis sueños aleteándome los ojos
la sonrisa,
mariposa aletargada en la crisálida del labio,
los senos enmarañados,
las piernas, paradas en una afirmación
se tornan al caminar interrogantes,
el sexo
tallado en la piel
tallado en la piel
con el trazo simple y ancestral del petroglifo
el vientre,
presunción de la curvatura de la tierra
Poso sobre él
la palma abierta de mi diestra
me silencio
me escucho
persigo el movimiento la vibración el latido
que me reconcilie con aquello que sé
es este cuerpo
el que alienta alimenta irriga
su propia muerte
es esta misma carne
la que su cadáver
gesta
12 comentarios:
Vera, eres perfecta. Bueno, sí, lo que escribes. Eso.
Es esta carne, la que se esfuma y trasciende, la que siente, se conmueve o se irrita...Un abrazo.
Ante la certidumbre de nuestra propia finitud solo queda un gesto posible: Simplemente... vivir.-
¡Guau! Eso lo primero.
Y después, no sé por qué, pero me ha venido a la cabeza una hermosa imagen de regeneración. Como hojas que al caer, se pudren pero a su vez nutren la tierra. Algo así con el cuerpo, con la gestación de un cadáver, no sé por qué, como un atisbo de vida.
Un abrazo, querida.
como estar preñada de un contrahijo.
Cada que vuestro blog visito, he de confesaos, disfruto enormemente la lectura de vuestros textos.
ufa piba, el final!!!
Yo quiero escribir este poema.
Desde la mitad al final, como pura adrenalina, entre silencio y vibraciones. Todo formando parte de esa certidumbre que a veces podemos palpitar.
Bicos querida.
Super poema.
Escucharse uno es tan difícil como comentar un poema, porque nunca he entendido la palabra comentar, entonces siento, me pongo a sentir y te narro el sentimiento: me alzo.
somos un círculo.un mandala.
besos, vera*
El cuerpo es nuestro envoltorio y el que nos permite reconocernos.
Un abrazo
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