En la
habitación, entre cuatro paredes de imposibles, mi cuerpo desnudo arqueándose,
arácnido. Masturbo su telaraña con dedos afanosos. A veces, cuando el deseo
viaja por mi sangre, tu lengua es el arco de violonchelo que roza lentamente
mis cuerdas, las tensa, arranca la vibración hasta que, finalmente, su música
me despierta. Y de nuevo es el inquietante silencio entre estas cuatro
paredes blancas. Mi canto, pájaro sepultado de mudez. ¿Cómo es posible que el
cuerpo sea a la vez grillete y ala? Tantos y tantos ríos circulando a través de
este envoltorio de carne, descarrilando gota a gota en esta soledad en la que
me abismo. No poder ir más allá de estas cuatro sólidas paredes. A no ser que
tú abrieras una ventana y cosieras en sus bordes un cuadradito de cielo azul.
De vez en cuando una nube. O el rasguño inmaculado de la trayectoria de un
avión comercial. Eso sí, no debes olvidar ponerle un cristal para que golpee la
lluvia. También sería de agradecer que construyeses un canal con el que
desembocar mis ríos. Qué hermosura si sus aguas se amalgamasen a ese desparrame
de cielo que es la tormenta. Quizás así alcance por un instante la majestad de
la rosa, antes de terminar de secarme. En ese gesto simple de abrirse al
alba las flores atestiguan todo el esplendor de lo vivo. Cuántos seres humanos
transitan en mera latencia, encerrados en el capullo de cierta presunción de
trascendencia, como mariposas de alas cortadas incapaces de rasgar la
crisálida. Me maravilla el movimiento primordial del girasol persiguiendo la
luz, tanto como su rendición nocturna. Entre estas cuatro paredes soy un
girasol dentro de una caja de eterna noche. Incapaz de rumiar un mísero rayo de
sol. Si vinieras e hicieras día sobre mí quizás lograría ejecutar ese
movimiento primordial. Cambiaría el peso de esta piel por la ingravidez de la
nube. Dejaría que me moldearas con tus manos del mismo modo que la nube es
moldeada por el viento. Y, finalmente, me llovería. Mis ríos libres y equinos
correrían por esa tierra que podré al fin mirar, en cuanto abras esa ventana.
Mejor cuatro ventanas, una en cada pared, orientadas hacia los cuatro puntos
cardinales. La entidad de las aguas no reside en dirigirse a ningún lugar,
sino en la pulsión de fluir, del mismo modo que el girasol persigue al sol, o
la luna se desliza alrededor de la tierra. Por eso encerrada entre estas cuatro
paredes blancas bendigo esa música que vibrando en mis ingles me despierta. No
es otra cosa que el relinchar de los ríos que me continúan galopando. Si la
flor ha de mustiarse al menos que primero sus aguas se desboquen.
12 comentarios:
"¿Cómo es posible que el cuerpo sea a la vez grillete y ala?", ¿cómo es posible que el mundo sea a la vez hermoso y hostil? Vera, no tenemos las respuestas, pero sí el deseo de querer encontrarlas, de ver desbocadas todas las aguas y eso, quiero creerlo así, al menos nos acerca.
Un abrazo, querida, y buen fin de semana.
Las arañan me ponen melancólico.
Bicos, nena.
otra demostracion que poesía y prosa no son opuestas. Bellamente poético. No sabría con qué parte quedarme. Gracias.
Te veo girasol entre paredes...
Cada cual en su cárcel. Cada cual en su alegato.
Tu cárcel, Vera, y tu alegato, son dulcísimos.
Girasoles, lunas, zanahorias. Cuatro paredes blancas y la poeta en medio de ese universo reinventando las razas inclementes de los nuevos árboles.
Un beso.
¡Agárrate del brazo...
que vayas presumiendo
por ahí!
Estupendas siempre las cosas que nos dejas.
Saludos y un abrazo.
cuánta soledad somos.
Preciosa declaración de intenciones.
Que esa última frase sea nuestro himno.
Besos
Bello, muy bello, Vera. Línea por línea (agua por flor, cielo por tierra, lluvia por piel, cárcel por cielo). Tanto, que no me pude quedar con ninguna, todas quedaron atrapadas en la red de mi emoción.
Un beso
La foto me taladra Vera, nunca entendí a la gente que taladra a las mariposas, para qué?, para verlas, para observar su belleza?, una belleza que sabe a muerte cuando están detenidas sobre un corcho, y esa foto me hace pensar en tu maravilloso texto, el cuerpo creo que nuca debería estar sujeto, atado ni encerrado entre cuatro paredes, libre y abierto a la vida, de par en par, sin esperar que nadie le abra ventanas, fluyendo y buscando la luz, como los girasoles.
Un beso
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