Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


jueves, 1 de septiembre de 2011

DESDE MI LADO(LO QUE YO IMAGINÉ)


Imagen sustraída de la red. Desconozco el autor






Dormido pareces frágil, muy frágil. Tanto que si te soplo, temo que tu cuerpo se desprenderá del tallo del lecho, esparciéndose en infinidad de ingrávidas volutas, que se pegarán a la falda de los vientos, como la flor del diente de león. O si te toco, tu imagen hecha de agua, se turbará en el cuenco, perdiendo todo el color y el contorno, hasta volverse transparente. Tan solo una bandada de pequeñas burbujitas, con las alas abiertas, darán testimonio de tu anterior presencia. 

Cuando duermes, casi diría que te sueño.  

La sábana se deslizó sobre tu cuerpo, hasta caer a los tobillos, y allí se quedó, como si aquel fuera su último arresto de pudor. El tobillo vetado se inviste ahora del magnetismo de lo oculto. Como en los tiempos de nuestras bisabuelas en los que los hombres suspiraban por la visión de esa zona prohibida de la mujer. A veces echo de menos esos tiempos, y no por el veto, sino por el valor del tobillo. Ni un centímetro de tu piel debería de perder valor. El deber de mi mirada es naufragar en tus tobillos. Acerco mis dedos a la sábana,  siento la suavidad de su tacto. Siempre me ha resultado curioso el comportamiento de las sábanas, tan frescas, y fragantes en el lecho vacío, y a la vez tan adherentes y permeables al calor del cuerpo, hasta que alcanzan el equilibrio perfecto con nuestra temperatura. Quizás no exista tela más humana, más perfecta segunda piel. 

Me paro, decido dejarla ahí, donde a ella le place. 

Te miro, tan desnudo como una estatua. Las  piernas relajadas, ligeramente flexionadas, cubiertas por una fina pátina de vello. El sexo laxo, aniñado, sin el mínimo atisbo de su fuerza, y aun así, en su flacidez, me turba su virilidad. Quizás sólo el que ama entiende que la fragilidad también es viril. Me sorprende lo oscura que es tu piel, a mí, quien siempre adoró la palidez. Sólo el resplandor de la luna, que nos espía a través de la ventana abierta, se cierne sobre tu rostro, invistiéndolo de su claridad. Atravieso ese cerco de luz con mi mano, y me admira el hecho de que no esté frío. Siempre pienso que el halo lunar ha de ser frío. Quizás porque es el astro de la noche, y las noches han de ser frías, para que los cuerpos se busquen. Toda tu vida parece concentrarse en tu pecho, en esa respiración acompasada de tus pulmones-tus brazos ligeramente enlazados a su alrededor, como si quisieras preservarla-. Se hincha como un instrumento de viento, para desgranar al expirar una melodía. Mientras duermes, tu respiración tiene la cadencia de la brisa deslizándose entre las ramas de los árboles. A veces parece que arrecia, y su ritmo se hace más rápido, y más fuerte. Como si estuvieras furioso. De vez en cuando tus labios se abren para gruñir alguna palabra. Es apenas un balbuceo, como si durante el sueño perdieras la facultad del lenguaje. O quizás recuperas el lenguaje de los niños, durante la época en la que estos le inventan nuevos nombres a las cosas, antes de que comiencen a llamarlas con los nombres de siempre.  Tan vulnerable en tu animalidad, que sé que si ahora fuera a la cocina, y tomara un cuchillo, con la intención de clavártelo en el pecho, nada podrías hacer para impedírmelo, y acabaría bañándome en tu sangre. Tan desnudo que hasta te has desvestido de la conciencia, que es siempre la última prenda que nos quitamos. Y si te gritase, con fuerza, para despertarte, aun tardarías un instante en volver a vestirla, porque siempre le cuesta un tiempo regresar de esos mundos en los que ahora habita. La gelatinosa sustancia del sueño. Insípida y a la vez potenciadora del sabor, del golpe en el paladar. Inaprensible, y acreedora de todos los tactos, de la mayor de las consistencias, la más rotunda de las presencias. A veces en la vigilia, la emoción no nos golpea tan fuerte. No sentimos el fuego durante el beso, ni el desgarro ante la pérdida. Es después, cuando vamos dotando de sensaciones a esos momentos. En nuestra memoria hacemos crepitar al beso, y dotamos de filo a las lágrimas de nuestra pérdida. A veces, en la vigilia, pareciera que estamos dormidos. A veces, al recordar, ensoñamos lo vivido…….

A tu vera, ella se agita. Me levanto, para protegerme en la sombra. La veo desplazarse hacia tu lado del lecho, titubeante. Bosteza. Todavía tiene los ojos cerrados pero me temo que no tardará mucho en despertarse. Por lo que, con rapidez, me deslizo con mi cuerpo pegado a la pared, hasta que me acerco a la ventana, y tras volverme un momento a mirarte(ya sé que corro ciertos riesgos al hacer esto, pero este anhelo es más fuerte que yo), me introduzco por ella. La misma ventana que utilizo para escabullirme de su sueño y venir a verte. La misma que me dejo abierta cuando, tras acostarme a tu lado, comienzo a dormir….

9 comentarios:

Isabel dijo...

Me gusto mucho Vera, hay partes que transmiten mucha paz y hasta dan sueño (lease: ganas de ir a dormir al lado de "el")
Se parece a una clase de Yoga :)

Un beso grande

Blue dijo...

Vera, ayer leí que cuando un hombre mira a una mujer dormida quiere entenderla y cuando una mujer mira a un hombre dormido quiere comerlo ¿Que crees?
;-)
Bicos.

vera eikon dijo...

Sí, es un texto tranquilo. Creo que necesitaba algo así, Isza. Ahora me queda la segunda parte, desde el lado del sueño. Bico

vera eikon dijo...

Bueno, Blue, para empezar, yo me lo como con los ojos, y después ya veremos. Pero me choca eso de que los hombres quieran entendernos mientras estamos dormida, cuando se suelen esforzar tan poco durante la vigilia. No sé...Biquiños

Darío dijo...

Saer soñaba con escribir novelas utilizando el lenguaje poético. Puedo decir que estás en ese camino. Este texto tiene una impronta poética inmensa.
La referencia psicológica a un cuchillo probable y al dormido con el pecho desgarrado y el sexo demasiado flojo/frágil, es muy saeriano. Y me encanta, claro.

vera eikon dijo...

Darío, me gusta pensar que no existe un lenguaje específico para cada género, aunque sí que pienso que existe un lenguaje para cada historia. "Lo qué se cuenta" y "cómo se cuenta" son para mí indivisibles. Quizás me pase porque apenas esbozo previamente la historia, y es al escribirla que ella toma su propio derrotero, por lo que la forma en la que van cayendo las palabras(como suenan, como rebotan a mi paladar, el modo que se agitan en mi pulso...)acaba siendo fundamental para el desarrollo de la ficción. No es difícil escribir un relato con lenguaje poético. Como puede escribirse un poema con lenguaje prosaico. Habría que encontrar la hebra de una historia que permitiese conjugar el lenguaje poético con la extensión de una novela. Eso no ha de ser fácil....

Carmela dijo...

"A veces, en la vigilia, pareciera que estamos dormidos. A veces, al recordar, ensoñamos lo vivido……."
creo que es una gran verdad Vera.

A mí tambien me cuesta creer que intentan entendernos al vernos dormida.
Me gustó mucho Vera.
Un beso

vera eikon dijo...

Es que si esa conclusión se basa en una encuesta(o algo por el estilo..)está claro, Carmela, que los hombres mienten. Me gusta que te guste. Besos

Axis dijo...

Me fascinó Vera, no sé, me quedé extasiada leyéndote y yendo a todos los rincones que me invitaste. Me hizo recordar algo que ví hace muchos años en TV supongo, se trataba de una mujer, que hablaba del amor hacia su hombre, y la pasión que ponía en sus palabras al referirse a él, inclusive cuando lo veía dormir.
Esa sensación de apasionamiento en ella nunca pude olvidarla.
Y hoy la recordé con vos.

Bicos.

Voy hacia el otro lado...