Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


viernes, 2 de septiembre de 2011

HISTORIA DE LUCÍA. 2-La marca de los soñadores



Imagen: cortesía de Emma Gunst






Al nacer, la pequeña Lucía tenía la marca de los soñadores sobre los ojos, lo que hizo que la tía Marga se santiguara tres veces la primera vez que la vio. Porque la tía Marga era de aquellas personas que confunden la marca de los soñadores con la marca de los locos. Suele pasar, es algo bastante común.... 
La marca de los soñadores son dos sombras oscuras sobre los párpados. Éstas indican que los ojos que las portan son más susceptibles a las imágenes del sueño, que a las imágenes de la realidad. Hecho que no suele suponer gran problema durante la infancia, porque todos los niños suelen tardar mucho en ser conscientes del suelo que tienen bajo los pies. Pero los que tienen la marca siguen sin ser conscientes de ello una vez llegada la edad adulta, lo que los inhabilita para llevar una vida corriente, única cosa que la tía Marga hubiese deseado para la pequeña Lucía. Por eso se pasaba la vida asediándola con frases como esa de las musarañas y otras por el estilo, como “pero espabila nena que estás en la inopia”, o “tienes la cabeza repleta de pájaros”. Pero, su favorita sin duda era, “siempre andas con la cabeza en las nubes”. Lucía se preguntaba cómo podía andar con la cabeza en las nubes si cuando miraba para el cielo, siempre le parecía que estaba lejísimos de su cabeza. Y todo el mundo sabe que las nubes viven en el cielo, durante gran parte del año. Y cuando no están en el cielo, nadie sabe dónde están. Y a los que dicen saberlo se les acusa de ser portadores de la marca de los locos....

Una vez se le ocurrió pedirle a los pájaros de su cabeza que agitasen sus alas todos a un tiempo, y así la izasen bien alto, hasta posarla en una nube. Quizás si se pusiese a caminar haciendo el pino, podría hacerse una idea de lo que la tía Marga quería decir cuando la acusaba de “andar con la cabeza en las nubes”. Lo que sucedió es que ella nunca fue capaz de hacer el pino, por mucho que se pasó tardes enteras ensayando contra una pared. Además, por mucho que suplicaba, los pájaros de su cabeza se negaban a volar. Es más, ni siquiera tenían la cortesía de comunicarse con ella para darle una respuesta negativa. A veces pensaba que, o bien eran unos pájaros bien groseros, o pertenecían a una especie rara, hasta exótica, pues debían pasarse la mayor parte del año hibernando, como unos osos que había visto en un documental de la tele.
A la tarde solía ponerse triste y suspiraba imaginando lo hermoso que debía ser andar con la cabeza en las nubes. Por lo que Lucía, sin sospecharlo, se pasaba las horas construyendo andamios de sueños con los que trepar hasta los cielos.

A pesar de esto,  nunca se consideró una niña desafortunada-o quizás por causa de todo esto-. A pesar de ser una pequeña solitaria. A pesar de las reprimendas de la maestra reprochándole su constante falta de atención. A pesar de la perpetua vigilancia de la tía (A)Marga -como ella misma la llamaba para sus adentros, secreto que compartía entre risas con el tío Emilio-. A pesar de que su abuela siempre salía en su defensa con aquella frase tan misteriosa que siempre parecía tiznarle la boca “déjala ya Margarita, ¿no ves que su madre se paso todo el periodo de su gestación mirando al mar?”.

Lucía no había conocido a sus padres y apenas le habían hablado de ellos. Pero con los cabos sueltos de las conversaciones que había podido sorprender a hurtadillas entre su tía y su abuela, había acabado por tejer las historias más rocambolescas acerca del origen de su existencia. Una de las más curiosas era aquella en la que Lucía se veía como la hija de un Cíclope. A esta conclusión había llegado de muy niña tras ver la imagen de Urano en un libro de ilustraciones. Imagen que se entrelazó de inmediato con los jirones de oraciones en las que le había parecido sorprender que su padre, tenía un único ojo refulgente, con el que era capaz de guiar a los barcos, para que no se estrellasen en su camino hacia la costa. Y esa misma noche ella había tenido un sueño en el que un ser gigantesco que se erguía en medio del mar, con la actitud de un coloso y un gran ojo de fuego, emitía una señal que la guiaba a un lugar bien seguro entre sus brazos. Tampoco era de extrañar que su padre fuera un ser mitológico pues-por culpa de una imagen que había visto en el mismo libro- ella estaba totalmente segura de que su tía Marga era una de las tres Parcas. Y como estaba indeleblemente escrito en el árbol genealógico de la familia, su tía Marga y su padre eran hermanos. Quizás aquí deberíamos hacer una pausa para reprender al tío Emilio, que a sabiendas de la fecunda imaginación de la pequeña Lucía, la inducía a perfeccionar su lectura con libros sobre mitología y leyendas, con la dudosa intención de estimular aquella particularidad de la niña que él consideraba un don, pero los otros tenína por un gran defecto. Según su tía Marga, aquellas sombras en los ojos serían su perdición.

8 comentarios:

silvia zappia dijo...

creo que Las cosas de Lucía fue lo primero (o casi) que leí aquí. es más, en el comentario está la cara d e esa niña que mira las nubes...
y me gusta el tío emilio...y Lucía, ella me recuerda a..bueno, no importa.
Será tal vez la futura Maga de julio?


besos*

Aka dijo...

Sigo enganchado a la historia, y con ganas de ver como se va desarrollando la historia. Sigue sorprendiéndome la facilidad que tienes con este tipo de relatos donde ficción y realidad son un todo indivisible, una mirada muy "pura" propia de los niños del mundo. Es un texto que se presta perfectamente para ser ilustrado... y porque no publicado.

un abrazo

vera eikon dijo...

Sí, lo recuerdo, Silvia. No suelo releer mis entradas antiguas, pero a veces, cuando por alguna cosa vuelves atrás, me produce una sensación tierna leer los comentarios que se hicieron en su momento(y no es que haya pasado mucho tiempo, pero sin embargo sí parece que hayan pasado muchas cosas). Aun no tengo demasiado definida la historia, pero me costaba mucho ponerme a rehacer este cuento, así que se me ocurrió comenzar a publicarlo por "escenas" como una forma de obligarme. A ver qué sale... A mí también me gusta el tío Emilio. Me encantaría haber tenido un tío así. Beso, Silvia, y que pases un bonito fin de semana

vera eikon dijo...

Por ahí ya hay algunos que dicen que existen dos Veras que escriben. La cosa es que la gente podría tomarse alguna de ellas en serio, y resulta que ninguna es real. Soy mujer de pasiones, pero no de extremos. Más bien tiene que ver con mi mirada. Puedo posar mis ojos de un modo dulce y fantasioso sobre la vida, o puedo ser muy cruda, descarnada. Me alegra que te guste. Besos

Darío dijo...

Ciertamente, cualquier madre que se quede mirando el mar un embarazo entero ha de parir una criatura marcada, y ésta, agradecerá en el futuro que así haya sido.

vera eikon dijo...

Me encanta que te hayas quedado con ese detalle, Darío. Para mí es algo fundamental en el texo, y en lo que ha de suceder. Y es curioso, porque yo escribí la frase sin saber realmente qué iba a suceder. Y la acción, de una manera casi natural, acabó por confirmar la frase. Lo dicho, me gusta. Beso

La sonrisa de Hiperion dijo...

Como siempre, estupendas tus letras.

Saludos y un abrazo.

vera eikon dijo...

Gracias La sonrisa de Hiperion

Un abrazo