Tu sangre transporta el polvo
de la tierra que pisas,
de la tierra que pisaron tus pies descalzos,
la roña que atesoraste como herida de guerra
defendiendo los castillos de la infancia,
hasta que tu madre venía a restregarte las plantas con
dureza
durante el baño del sábado.
-pero hoy se atraviesan pechos con el asta de una bandera
lo mismo que tú cuando
jugabas con el palo de una escoba-
¿acaso la lluvia nos cala de diferente modo
a mí y a este hombre que mira
con ojos recién regresados de la muerte?
¿acaso puedo negarle su derecho a descalzarse
y pisar esta tierra como quien se sujeta?
y que su sangre transporte este mismo polvo
hacia su corazón lanceado.