Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


viernes, 16 de mayo de 2014

RESISTENCIAS, CONVIVENCIAS, TEMBLORES



Por mucho que la cerque, la oscuridad es impotente ante la llama temblorosa de una vela. Su fragilidad es el tajo. Al principio apenas la esquirla. Pero suavemente ablanda esa negrura que parecía infranqueable y metálica. Va separando cada una de sus capas, con la delicadeza de los dedos separando los labios del sexo que anhelan. La densidad es menor, y los objetos redibujan sus formas con mano imprecisa. La oscuridad se violenta y pugna. Enardece contra la llama a su ejército de cuervos enlutados. La llama tiembla y resiste. Déjame creer que todo temblor es resistencia. Así, a temblores, resiste la brizna de hierba abriéndose paso bajo la tierra, aunque sea inevitable que perezca quemada bajo la helada del exterior. Asimismo la llama jamás se aquieta, sino que se apura hasta consumirse. Y en ese lapso la oscuridad permanece impotente. Porque la oscuridad no es soplo o saliva sobre la yema de unos dedos. Tampoco es la concavidad de una mano privándola de oxígeno. La oscuridad no es accidente. El suyo es el gesto sencillo de la mariposa agitando sus alas en torno a la bombilla. Atraída ferozmente por su luminosidad. Espantada por la marca que queda sobre los ojos cuando se mira mucho tiempo al sol.

Ahora entiendo la blancura de tu cuerpo: en él se recoge la luz cuando es de noche.

Y tu cuerpo es más cuerpo. Así como es más nieve la nieve adherida a la negra montaña.


el árbol
en cuyas ramas queda prendida
la luz
como gotitas de una lluvia anterior
hasta que el viento sopla
y las libera

así tiemblan al amanecer
los cuerpos de los hombres

viernes, 2 de mayo de 2014

SOBRE LO INTRANSFERIBLE



Un nido adentro
el silencio
cabaña hecha con ramas de transparencia
por manitas de niño
piedra de un hogar que transportamos
desde la infancia
por todas nuestras edades
tal y como hacían las mujeres
en los clanes nómadas

Quisiera pasarlo de mi regazo al tuyo
pero volátil como el cuerpo de la nieve
se evapora al roce
compartirlo igual que pan
y observar tu dedo jugando sobre el mantel
con sus migajas
reencontrarlo como al perro
que a hurtadillas alimentábamos
por debajo de la mesa

En el extravío
empuño mi silencio
como a un faro
o el cielo a la estrella del norte

¿de qué costado mana el viento
que aviva su lumbre?