Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


jueves, 27 de junio de 2024

LUMES de Ismael Ramos

 








A cita de Annie Ernaux que antecede os poemas é reveladora do xogo que nos propón Ismael Ramos no seu poemario en prosa LUMES, publicado no 2017 por Apiario. Ese "escribir como se non fose a estar cando publicasen o escrito" formalízase nos primeiros textos que se deslizan baixo o suxestivo título de NACERACHE UNHA AVELAÍÑA NA CABEZA.

 

Son estes poemas totalmente diferentes ao que virá despois e acontecen nunha segunda persoa que axuda a situar a voz poética nese momento desexado por Ernaux,  quen, ademais, nos advirte da ilusión que supón " crer que a chegada da verdade depende da morte". A palabra, e máis a palabra poética, abre fendas nesa verdade e adminístraa. O que acontece aí xa non é a verdade. O poeta é consciente e danos pistas.

 

Como xa comentei, logo destes primeiros poemas hai unha ruptura. Agora a voz poética, xa en primeira persoa, desenvólvese a través dos outros, aos que nos convida a observar. Porque coido que, neste caso, o poeta é, ante todo, un gran observador, tal e como nos indica no poema A ESCURIDADE, "quero contemplar a dor de todos eles ao mesmo tempo". Cando previamente nos di "sento á mesa dos nenos" parece gardarnos un sitio nese lugar privilexiado no que observar é, aínda, inocente.

 

Porque a través destes poemas en prosa, habitados polos distintos membros dunha familia, desprégase o cotiá, os ritos e as costumes que vertebran o vínculo. Máis alá dos parentescos están os xestos, as mans que dan de comer. A ferida que se desencadea dun corpo a outro.

 

Hai mortes e hai casorios. O balbordo continuo da vida. Hai auga, vellez, pobo. Referencias mitolóxicas e bíblicas que nos axudan a recoñecer. Sentimos ao ler que todas as familias se parecen na súa singularidade.

 

Neste acontecer narrativo-descriptivo, por momentos imponse o poético de maneira fermosísima. Aí é cando o poeta nos ofrece o regalo, a palabra que nomea, como por vez primeira, o lume aceso en cada individuo. O misterio. O amor aos seus exposto. A tenrura.

jueves, 20 de junio de 2024

POEMA SOBRE UNHA ÁRBORE ILUSTRADA

 



Marthazul. Óleo sobre papel, 2017


a árbore 

rabuñadura na paisaxe

tacto desfiladeiro da ferida

asunción da ruína previa ao corpo


poderíamos contemplala ao 

esvaecer como 

un hematoma nos xeonllos

os azuis que amarelan para 

integrarse na carne


mais eliximos destruír antes 

que abrazar

a fraxilidade serena das 

cousas


O outro día durante Vilagarcía cidade de libro, Marta Azul e Augusto Metzli agasallaban a quen pasaba polo seu espazo con esta ilustración dunha árbore que medrou na praia da Concha, solitaria, como un trazo único e valioso para quen pousara os seus ollos nela. Recoñecina. Eu tamén fotografei esa árbore (alá por 2019) para, dalgún modo, preservala e compartila. Por unha desas decisións non explicadas de quen ordena estas cousas, a árbore xa non existe e algunhas podemos recoñecer o seu baleiro. Persiste, iso si, na ilustración agarimosa, no recordo agradecido, ou nesta reflexión poética sobre a súa breve existencia e a acción arbitraria do humano.

martes, 9 de enero de 2024

Lectura: La habitación de Nona de Cristina Fernández Cubas

 

Tengo que empezar diciendo que disfruté mucho la lectura de la Habitación de Nona de Cristina Fernández Cubas con la que la ganadora del Premio Nacional de las Letras del 2023 ganó el Premio Nacional de Narrativa en 2016. A través de estos relatos (de muy distinta extensión), Cristina Fernández Cubas realiza una demostración hábil y efectiva del arte de contar historias en un sentido clásico, puesto que a través de estos relatos se articula una genealogía del género a la par que la autora va a desplegando un universo propio. 


Es necesario destacar la facilidad con la que Cristina Fernández Cubas atrapa al lector en lo que está contando sin artificios y con la sencillez de quien va tejiendo una tela de araña de la que no quieres escapar hasta acabar la historia. La fascinación y el misterio se vehiculan a través de lo cotidiano, lo familiar hacia lo que la autora dirige nuestra mirada con destreza. Las cosas no son lo que parecen, pero descubrir lo que la realidad oculta depende, en gran medida, de la propia percepción. 


Creo que es esta cotidianidad tras la que bien nos puede estar aguardando el asombro la que contribuye a generar el clima que otorga unidad a estos relatos, pero, sobre todo, en esa invitación de la autora a festejar la capacidad de fabulación del ser humano. Porque lo que sucede en los relatos no tiene que ver tanto con la aventura, sino con la inclinación de los personajes a transcender los límites de lo cotidiano y proyectarse hacia otras realidades.


Sin duda conviene destacar el relato que da título a esta serie, La habitación de Nona, en el que se concentran de manera impecable todas las claves del género, incluyendo el elemento sorpresivo que nos descoloca y que a la par nos coloca en el lugar del propio narrador. Resulta que el relato es efectivo en cuanto que dota de dimensión aquello que tenemos ante los ojos, pero que, en la sucesión de los días, hemos desaprendido a ver. En ocasiones se trata de una misma. 



 


jueves, 4 de enero de 2024

Lectura: Mañana y tarde de Jon Fosse



Decidí leer a Jon Fosse no por haber ganado el Nobel, sino por la multitud de menciones que, a raíz del Nobel, referían lo singular y poético de su escritura. Movida por la curiosidad y, aprovechando la publicación por Nórdica de alguna de sus novelas, me incliné por Mañana y tarde, cuyo título me recordó a la segunda novela de la genial Virginia Woolf, Noche y día, y, casualmente (o no…) creo que el estilo narrativo de esta Mañana y tarde le resultaría interesante a la propia Virginia y, en cierto modo, parece emparentado con alguna a de sus novelas como Al faro o Las olas.

Mañana y tarde nos habla de un nacimiento y una muerte, limitándose a contar estos dos momentos que, a vuelta de página, parecen no otra cosa que el haz y el envés de una hoja. Lo hace con la voz de un narrador omnisciente cuyo ritmo narrativo asume, por momentos, las características de un monólogo interior, de tal modo que el narrador parece anularse y el lector tiene la impresión de que las sensaciones que emanan de la novela lo hacen a través de los personajes, principalmente de Johannes. Creo que esto funciona, fundamentalmente, por una cuestión de estilo. La sucesión de oraciones y párrafos que se rompen de manera abrupta, sin puntos, favorecen esa sensación de fugacidad, volatilidad y reiteración que caracteriza al pensamiento.

Creo recordar que fue Julio Cortázar el que dijo que “sólo hay una forma de contar una historia”, me parece que aludiendo a cómo la forma en la que narramos influye en la historia en sí. En el caso de Mañana y Tarde resulta todavía más evidente. Y esto, a mí particularmente, es una de las razones que me estimulan a la hora de leer.

Por ejemplo, considero un acierto que gran parte de ésta se desarrolle al deambular de Johannes que, de este modo, nos hace partícipes de su extrañeza en esa “tarde” de una vida cuyas pinceladas se van deslizando a medida que anda, siente, recuerda. La vida de Johannes no es contada sino que se evoca a través de la vacilación de su pensamiento a la par que camina y el lector avanza con él.

Esta historia que, al centrarse en esos dos momentos que son el nacimiento y la muerte, acota la vida, lo que nos sugiere es que, más allá del acontecimiento y la aventura, ésta se sostiene en lo cotidiano. Un café, un cigarrillo, el ritual de dos vecinos que se cortan mutuamente el cabello, la persistencia de las losas en la entrada de una casa.

Creo que narrar esto es ambicioso, pero, como ocurre a lo largo de esta novela desde el propio título con respecto a la convivencia de los contrarios, a la vez la novela se despoja de pretensiones para tratar de asir la sencillez. Por supuesto, atendiendo a los temas tratados, hay espacio para lo místico y lo alegórico (ese barco…). También para lo poético.

En definitiva, una novela singular de la que no pensaba que hallaría muchas cosas que decir, precisamente por la dificultad de definirla y porque leerla es compartir esa extrañeza de Johannes. A medida que leía pensaba en esa imagen de la luna que permanece en el cielo cuando ya es de día y es azul, temblorosa sobre un firmamento transparente y brillante, tan parecida a un espectro: hermosa e inaprensible.

 

 

Decidí leer a Jon Fosse no por haber ganado el Nobel, sino por la multitud de menciones que, a raíz del Nobel, referían lo singular y poético de su escritura. Movida por la curiosidad y, aprovechando la publicación por Nórdica de alguna de sus novelas, me incliné por Mañana y tarde, cuyo título me recordó a la segunda novela de la genial Virginia Woolf, Noche y día, y, casualmente (o no…) creo que el estilo narrativo de esta Mañana y tarde le resultaría interesante a la propia Virginia y, en cierto modo, parece emparentado con alguna a de sus novelas como Al faro o Las olas.

Mañana y tarde nos habla de un nacimiento y una muerte, limitándose a contar estos dos momentos que, a vuelta de página, parecen no otra cosa que el haz y el envés de una hoja. Lo hace con la voz de un narrador omnisciente cuyo ritmo narrativo asume, por momentos, las características de un monólogo interior, de tal modo que el narrador parece anularse y el lector tiene la impresión de que las sensaciones que emanan de la novela lo hacen a través de los personajes, principalmente de Johannes. Creo que esto funciona, fundamentalmente, por una cuestión de estilo. La sucesión de oraciones y párrafos que se rompen de manera abrupta, sin puntos, favorecen esa sensación de fugacidad, volatilidad y reiteración que caracteriza al pensamiento.

Creo recordar que fue Julio Cortázar el que dijo que “sólo hay una forma de contar una historia”, me parece que aludiendo a cómo la forma en la que narramos influye en la historia en sí. En el caso de Mañana y Tarde resulta todavía más evidente. Y esto, a mí particularmente, es una de las razones que me estimulan a la hora de leer.

Por ejemplo, considero un acierto que gran parte de ésta se desarrolle al deambular de Johannes que, de este modo, nos hace partícipes de su extrañeza en esa “tarde” de una vida cuyas pinceladas se van deslizando a medida que anda, siente, recuerda. La vida de Johannes no es contada sino que se evoca a través de la vacilación de su pensamiento a la par que camina y el lector avanza con él.

Esta historia que, al centrarse en esos dos momentos que son el nacimiento y la muerte, acota la vida, lo que nos sugiere es que, más allá del acontecimiento y la aventura, ésta se sostiene en lo cotidiano. Un café, un cigarrillo, el ritual de dos vecinos que se cortan mutuamente el cabello, la persistencia de las losas en la entrada de una casa.

Creo que narrar esto es ambicioso, pero, como ocurre a lo largo de esta novela desde el propio título con respecto a la convivencia de los contrarios, a la vez la novela se despoja de pretensiones para tratar de asir la sencillez. Por supuesto, atendiendo a los temas tratados, hay espacio para lo místico y lo alegórico (ese barco…). También para lo poético.

En definitiva, una novela singular de la que no pensaba que hallaría muchas cosas que decir, precisamente por la dificultad de definirla y porque leerla es compartir esa extrañeza de Johannes. A medida que leía pensaba en esa imagen de la luna que permanece en el cielo cuando ya es de día y es azul, temblorosa sobre un firmamento transparente y brillante, tan parecida a un espectro: hermosa e inaprensible.

 

 

viernes, 29 de diciembre de 2023

Lectura: A parte fácil de Ismael Ramos


A parte fácil é a primeira obra narrativa do poeta galego Ismael Ramos. Escoitei a Ismael dicir que escribiu este libro de relatos intentando evitar a interferencia desa faceta de poeta. Sen embargo, penso que esa faceta poética de Ismael -e de tantas poetas que se atreven coa narrativa- contribúe, digamos, a apuntalar a atmosfera das historias. Neste relato as sensacións, os sentidos, dotan de pel ao lector e nos somerxen na lectura. 


Ao meu entender, o tema deste libro de relatos é, fundamentalmente, a incomunicación. A medida que avanzaba na lectura, a imaxe que me acompañaba era a dunhas personaxes dentro dun acuario tratando de chegar, de acceder ao outro, imposibilitadas polo cristal no medio. Nese senso, estes relatos ofrecen un prisma xeracional cuxo nexo é que desenvolven as súas vidas nunha sociedade dixitalizada ( que outra cousa define ás xeracións que o contexto?). Como na era da dixitalización, nunha sociedade hiperconectada, somos máis conscientes de que a incomunicación ten que ver cos nosa imposibilidade de chegar ao próximo. Por iso, quizais, esa imaxe do acuario. Hoxe en día parecera que o diálogo se establece máis facilmente a través dunha pantalla. É iso real ou unha ficción que sostemos para obviar a nosa sensación de soidade? 


Lendo tamén tiven a impresión de tempo suspendido. O pasado funciona como mera explicación, como causalidade, pero non hai unha relación de continuidade, como se as personaxes estivesen fondeadas nese tempo presente. Só no ultimo relato parecera que hai unha ruptura con esa pausa e se vislumbra un futuro. 


A maioría dos relatos son narrados en terceira persoa. Uns poucos en primeira. Sempre de maneira eficaz. Sen embargo, incluso nos narrados en primeira persoa o narrador se sitúa como espectador, non como protagonista. Como se nunca se acabaran de situar no que acontece. Di o propio Ismael que estas son historias sobre personaxes secundarias. 


A amizade, a familia, a precariedade, a morte, a perda, a saúde mental ou o acceso á vivenda son algúns dos temas tratados. Por iso funcionan perfectamente como retrato deste tempo. 


Sen dúbida é un libro que recomendo, sobre a todo ás persoas que gustamos de ler relato. Creo que  é unha boa nova que existan voces como a de Ismael. Podedes ler A parte fácil en galego na edición de xerais en castelán editada por Las afueras e en catalán por Angle editorial. 


Anotación ao marxe: libro sensitivo. Incomunicación. Anestesia e sensación de non estar de todo.





viernes, 1 de diciembre de 2023

Lectura: Ninguén queda de Brais Lamela

 

A semana pasada rematei de ler Ninguén queda, a primeira novela de Brais Lamela. Neste caso, dicir que se trata dunha primeira novela podería inducir a erro, posto que estamos ante unha voz nova, fresca, pero dunha extraordinaria madurez. Aínda que, pensándoo, seguramente sexa lugar común afirmar que unha primeira novela é “sorprendentemente madura” para invocar que non se trata dunha primeira novela máis. 

Deixando isto a un lado, Ninguén Queda cóntanos a historia (en clave autoficción) dun mozo galego que reside en Nova York mentres realiza a súa tese sobre os asentamentos de colonización da Terra Cha, auspiciados pola ditadura franquista na década dos 60 e con carácter de experimento sociolóxico. Persoalmente, descoñecía esta historia, pero unha das cousas que primeiro me chamou a atención é o emprego da palabra “colonización”, a naturalización sistémica dun concepto tan negativo para a nosa mirada presente (no caso de que ti e máis eu sexamos das que intentamos deconstruír a nosa visión eurocéntrica do mundo).

Poderíamos dicir, en base a isto, que existe un fío narrativo principal, que é o que vai desenvolvendo o protagonista no seu camiño para a realización da súa tese, e outro, como unha intrahistoria que é a dos antigos habitantes de Ernes (os novos colonos), de carácter máis científico. Ás veces estes fíos parecen transcorrer alternativamente, pero noutras semellan coincidir nun nó. Creo que isto sucede cando o humano se impón nesa intrahistoria. De feito, hai un momento respecto á investigación doutoral no que sentín que de súpeto estaba ante algo máis, que había algo inesperado agardando que me impelía a avanzar e que o escritor resolve á perfección, pero, sobre todo, con emoción.

Sen embargo, isto que pode entenderse como aparentemente sinxelo, non o é. Un dos grandes temas da novela son os espazos e como os habitamos, algo co que me sinto concernida neste momento vital e convidoume a reflexionar. Durante o seu transcurso o escritor emprega distintos elementos narrativos (cadernos de rexistro, libros, cartas, incluso testemuños gravados e orais) que se van superpoñendo. Nesta novela na que as arquitecturas teñen un papel tan importante gústame pensar que estes elementos funcionan dese modo, como habitacións que se abren, pero non para que vaiamos penetrando (quizais nalgúns casos), senón que nos envolven.

Esta é sen dúbida unha novela cun claro carácter político, tanto pola historia que o narrador escolle para a súa tese, como polas cousas que conta sobre a súa vida cotiá, a precariedade, os pisos compartidos, a migración, a habitabilidade e as persoas (as súas emocións, enfermidades, os afectos), a tribo que fai do hábitat fogar. O caso é que acabei lendo con lentitude as apenas 170 páxinas na súa edición en galego, a cargo de Euseino?,  posto que vanse incorporando conceptos e elementos (sobre todo na súa vertente máis ensaística) que se abren como bifurcacións polas que transitar e provocan reflexións nas lectoras que deixan en suspenso, por momentos, o fío narrativo.

Agora que me poño a contar esta experiencia da lectura, penso que en realidade tamén funciona como un espello entre as distintas épocas e persoas das que se fala. Que a pesar da distancia de anos, esas vidas non son exactamente distantes e que teñen máis elementos en común dos que poida parecer nun primeiro momento. Posto que aquí cadaquén bascula entre o arraigo e o desarraigo. A ese lugar non sei como chamalo. Quizais, as grandes cidades do século XXI tamén nos abocan a ser un modelo determinado de sociedade e nós tamén formemos parte dun experimento sociolóxico que non logramos distinguir, entregadas a este simulacro de liberdade ao que chaman consumo. 

Afortunadamente, a novela tamén nos conta que, ás veces, a man humana é quen de rehabilitar terreos que, en décadas anteriores, a mesma man humana condenou ao baldío. De aí que nesta novela tamén hai lugar para a poesía.

Ninguén queda acaba de publicarse en Castelán como No queda nadie por la editorial Cuatro lunas

jueves, 14 de septiembre de 2023

Lectura: La mala costumbre de Alana S. Portero

 



Durante las últimas semanas he leído tres libros que me entusiasmaron: La mala costumbre de Alana S. Portero, Martinete del Rey Sombra de Raúl Quinto y A parte fácil de Ismael Ramos. Creo que estos tres libros tienen en común lo poético como eje por el que transita lo narrativo. Quizás no sea extraño al tratarse de autores que también escriben poesía, pero si lo poético es un elemento común es, a la vez, singular, porque cada voz tiene identidad propia, algo que quizás no siempre se concreta de manera tan efectiva en textos de carácter estrictamente narrativo.

Hoy dejo aquí mi lectura de La mala costumbre, de Alana S. Portero, un libro que, me parece, es necesario leer. Creo que hay que agradecerle a Alana que lo haya escrito y toda la honestidad que destila su palabra. Pasaron varias semanas desde que lo he leído, así que esta es ya la síntesis de una lectura reposada.

La voz narrativa es eficaz y próxima por lo que, enseguida, una se sumerge en la historia que la protagonista nos cuenta en primera persona. Este libro me dejó la sensación de que todas las adolescencias se parecen, en tanto que suponen una búsqueda de la identidad que se sustenta en el reconocimiento de los otros. Si esto es así, toda esa angustia existencial, la necesidad de referentes y de integración grupal o la sensación de soledad de la adolescencia, debe profundizarse hasta lo extremadamente doloroso en el caso de las adolescencias trans. Así nos lo hace sentir Alana que durante la novela nos hace el regalo de cedernos la piel de la protagonista (¿su piel?) y sus miedos. Aquí los otros son su familia, sus vecinas y vecinos, e incluso el propio barrio de San Blas que para mí encarna otro personaje en la novela. A la protagonista la vemos expresar su identidad a través de los sueños y expectativas que toda adolescente tiene. También la vemos dudar, frustrarse y renegar de sí misma. Apremiada por la realidad, la observamos construir armario tras armario.

Es a través de lo onírico que se expresa a la perfección en lo poético,  que ella se integra en la bondad y la belleza de la que es parte. Ella crea su imaginario y se reconcilia consigo misma en las figuras de esas referentes que nos va presentando a medida que transcurre en la novela y que, en ocasiones, están dotadas de atributos místicos que favorecen que nosotras también las reconozcamos. Como dije al principio, creo que hay que leer esta novela dura y bella, también esperanzadora. Si esta sociedad tiene una deuda con las personas trans, algo de lo que no hay duda, leer libros como La mala costumbre nos pone en el camino correcto para comenzar a repararla. Además del placer que supone porque, repito, Alana S. Portero nos está haciendo un regalo al escribirla y tenderla hacia nosotras….

Por cierto, el final es redondo y toca otra de las cuestiones fundamentales, más si cabe en los márgenes por los que esta novela discurre: los cuidados.